VATICANO,
En la Audiencia General de este miércoles, dedicada a dos santos presbíteros, San Leonardo Murialdo (1820-1900) y San José Benito Cottolengo (1786-1842), el Papa Benedicto XVI explicó que ambos constituyen modelos de la "profunda convicción de que no es posible ejercer la caridad sin vivir en Cristo y en la Iglesia".
Al iniciar su catequesis, el Papa explicó que San Leonardo Murialdo, tras superar en su juventud una profunda crisis espiritual, se hizo sacerdote en la Turín de San Juan Bosco, que lo apreciaba mucho y gracias a él, entró en contacto con "los graves problemas de las clases más pobres, desarrollando una profunda sensibilidad social, educativa y apostólica, que lo llevó a dedicarse a una variedad de iniciativas para los jóvenes", explicó el Papa.
"En 1873 fundó la Congregación de San José, cuyo fin apostólico fue desde el principio, la formación de los jóvenes, especialmente los más pobres y abandonados", agregó el Santo Padre, haciendo hincapié en que "el núcleo de la espiritualidad de Murialdo es la convicción del amor misericordioso de Dios: un Padre siempre bueno, paciente y generoso, que revela la grandeza y la inmensidad de su misericordia a través del perdón".
San Leonardo, "subrayando la grandeza de la misión del sacerdote", que "debe continuar la obra de la redención, recordaba siempre tanto a sí mismo como a sus hermanos, la responsabilidad de una vida coherente con el sacramento recibido".
Ese mismo "espíritu de caridad", continuó el Santo Padre, distingue la vida y la obra de San José Benito Cottolengo, fundador de la obra "La Pequeña Casa de la Divina Providencia", también llamada "Cottolengo". Desde muy joven "mostró gran sensibilidad hacia los pobres"; después de años de ministerio sacerdotal fructuoso, el encuentro con una joven enferma, madre de cinco hijos y a la que tuvo que asistir en la muerte, cambió su vida.
"El Señor siempre pone señales en nuestro camino para guiarnos, conforme a su voluntad, a nuestro verdadero bien", resaltó Benedicto XVI.