VATICANO,
En la Audiencia General de este miércoles, el Papa Benedicto XVI habló sobre San Alberto Magno, "uno de los más grandes maestros de la teología escolástica" cuya enseñanza permanece actual hoy en día y testigo ejemplar de que no existe oposición entre fe y ciencia, sino que ambas se complementan para llegar a la verdad.
El Santo Padre recordó que el santo nació en Alemania a comienzos del siglo XIII, y se dedicó al estudio de las "’artes liberales’: gramática, retórica, dialéctica, aritmética, geometría, astronomía y música, es decir, de la cultura general, mostrando aquel típico interés por las ciencias naturales, que se convertiría pronto en el campo favorito de su especialización".
Entró en la Orden de los Predicadores y tras la ordenación sacerdotal pudo perfeccionar el estudio de la teología en la universidad más célebre de la época, la de París. De esta ciudad le acompañó a Colonia Santo Tomás de Aquino. Por sus dotes, el Papa Alejandro IV quiso valerse de los consejos teológicos de San Alberto y después lo nombró Obispo de Ratisbona.
San Alberto, dijo el Papa, contribuyó al "desarrollo del segundo Concilio de Lyon, en 1274, convocado por el Papa Gregorio X para promover la unión entre la Iglesia latina y la griega, tras la separación por el gran cisma de Oriente de 1054; aclaró el pensamiento de Tomás de Aquino, que había sido objeto de observaciones e incluso de condenas totalmente injustificadas".
El santo alemán murió en Colonia en 1280 y el Papa Pío XI lo canonizó y proclamó doctor de la Iglesia en 1931. "Fue sin duda un reconocimiento apropiado a este gran hombre de Dios y distinguido erudito, no sólo de las verdades de fe, sino de muchas otras áreas del conocimiento". Por eso, "el Papa Pío XII lo nombró patrono de las ciencias naturales y también es conocido como ‘Doctor Universalis’, debido a la amplitud de sus intereses y conocimientos".
Benedicto XVI subrayó que San Alberto "muestra ante todo que no existe oposición entre fe y ciencia; nos recuerda que hay amistad entre ciencia y fe, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, a través de su vocación en el estudio de la naturaleza, un verdadero y fascinante camino de santidad".