VATICANO,
Al presidir este mediodía el Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI explicó que la Misericordia de Dios es expresión de su inmenso amor, no condena al pecador, a ningún hombre o mujer, sino que exige retomar constantemente el camino de la conversión a Él usando como herramienta especialísima el Sacramento de la Reconciliación.
En el quinto domingo de Cuaresma, el Santo Padre reflexiona sobre el pasaje bíblico de la mujer que es encontrada en adulterio y llevada luego ante Jesús por parte de los fariseos, para "ponerlo a prueba".
"Los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, cuando en realidad es a Él mismo a quien quieren acusar y juzgar. Jesús, por su parte, está ‘lleno de gracia y verdad’. Él sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar el pecado, pero salvar al pecador, desenmascarar la hipocresía", explica el Pontífice.
San Agustín, explica el Papa Benedicto, refiere que el gesto de Jesús escribiendo con el dedo en la tierra lo muestra "como el legislador divino. Dios escribe la ley con su dedo sobre tablas de piedra. Jesús es entonces el Legislador, es la Justicia en persona. ¿Y cuál es su sentencia? ‘Quien de ustedes esté libre de pecado, que tire la primera piedra’. Estas palabras tienen la poderosa fuerza de la verdad, que derriba el muro de la hipocresía y abre las conciencias a una justicia más grande, la del amor, en el que está el cumplimiento de todo precepto. Es la justicia que ha salvado también a Saulo de Tarso, transformándolo en San Pablo".
Tras comentar la absolución que Jesús da a la mujer adúltera "la introduce en una nueva vida, orientada al bien", el Santo Padre señala que "Dios desea para nosotros sobre todo el bien y la vida, Él da la salud a nuestra alma por medio de sus ministros, liberándonos del mal con el Sacramento de la Reconciliación, para que ninguno se pierda, sino que todos tengan modo de convertirse".
En este Año Sacerdotal, continuó, "deseo exhortar a los pastores a imitar al Santo Cura de Ars en el ministerio del perdón sacramental, para que los fieles redescubran su significado y belleza, y sean resanados por el amor misericordioso de Dios, que ‘llega incluso a olvidar voluntariamente el pecado, además de perdonarnos’".