VATICANO,
En la Audiencia General de este miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, el Papa Benedicto XVI se refirió a la obra literaria de San Buenaventura, quien explica que Jesucristo es la última palabra de Dios, no hay otro Evangelio además del existente y "no hay que esperar otra Iglesia". El Pontífice resaltó que "la unicidad de Cristo garantiza también novedad y renovación en el futuro".
En su catequesis el Pontífice señaló que San Buenaventura "interpretó auténtica y fielmente la figura de San Francisco de Asís", dijo el Santo Padre. Reaccionó frente a la corriente espiritualista de la Orden Franciscana, que se apoyaba en las ideas del Abad Joaquín de Fiore. Este grupo sostenía que "con San Francisco se había inaugurado la fase final de la historia" y que había que esperar la nueva Iglesia del Espíritu Santo, "ya no ligada a las antiguas estructuras de la Iglesia jerárquica".
Este problema, lo afronta Buenaventura en su última obra: Hexaëmeron. El Santo afirma que "Dios es uno para toda la historia; la historia es única, aunque es un camino; un camino de progreso. Jesucristo es la última palabra de Dios, y no hay otro Evangelio, no hay que esperar otra Iglesia. Por eso, también la Orden Franciscana se debe insertar en esta Iglesia, en su fe, en su ordenamiento jerárquico".
"Esto no significa que la Iglesia sea inmóvil, fija en el pasado y no pueda haber novedad en ella". San Buenaventura, con la expresión "las obras de Cristo no cesan, sino que progresan", precisa claramente la idea del progreso y explica que "la riqueza de la Palabra de Cristo es inagotable y que también en las nuevas generaciones pueden aparecer nuevas luces. La unicidad de Cristo garantiza también novedad y renovación en el futuro".
El Papa subrayó que "también hoy existen visiones según las cuales toda la historia de la Iglesia en el segundo milenio sería un declive permanente. Algunos ven el declive ya justo después del Nuevo Testamento. ¿Qué sería de la Iglesia sin la nueva espiritualidad de los cistercienses, franciscanos y dominicos, sin la espiritualidad de Santa Teresa de Ávila y de San Juan de la Cruz?". San Buenaventura "nos enseña la apertura a los nuevos carismas dados por Cristo, en el Espíritu Santo, a su Iglesia".
El Papa Benedicto XVI se refirió luego al Concilio Vaticano II. Después de este gran acontecimiento eclesial "algunos estaban convencidos de que todo es nuevo, de que existe otra Iglesia, que la Iglesia pre-conciliar había terminado, y que habría otra, totalmente diversa, un utopismo anárquico. Pero gracias a Dios, los timoneles sabios de la barca de Cristo, los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, defendieron por un lado la novedad del Concilio, y al mismo tiempo, la unicidad y la continuidad de la Iglesia, que es siempre Iglesia de pecadores y siempre lugar de gracia".