VATICANO,
En este tercer domingo de Cuaresma, el Papa Benedicto XVI visitó la parroquia romana de San Juan de la Cruz y luego presidió la oración del Ángelus en el Vaticano. En ambas ocasiones el Pontífice destacó la importancia de trabajar en la conversión personal en este tiempo del “centro” de la Cuaresma.
“En Cuaresma”, dijo el Papa durante su visita a la Parroquia romana de San Juan de la Cruz en Colle Salario, “cada uno de nosotros está invitado por Dios a dar un cambio radical a la propia existencia pensando y viviendo según el Evangelio, corrigiendo alguna cosa en el propio modo de rezar, de actuar, de trabajar, y en la relación con los demás”.
“Jesús nos hace este llamamiento no con severidad, sino porque está preocupado de nuestro bien, de nuestra felicidad, de nuestra salvación”, agregó.
Posteriormente, a mediodía antes de presidir el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre recordó que “Dios se manifiesta de diferentes maneras, también en la vida de cada uno de nosotros. Pero para poder reconocer su presencia, es necesario que nos acerquemos a Él conscientes de nuestra miseria y con profundo respeto”.
Explicando el Evangelio de este Tercer Domingo de Cuaresma, en el que a Jesús le piden explicaciones por diferentes eventos negativos que acaecen en un mismo día, el Papa rechazó “la fácil tentación de considerar el mal como efecto del castigo divino”, y recordó que Dios es bueno y no quiere el mal.
“Jesús invita a hacer una lectura diferentes de los hechos, situándoles bajo la perspectiva de la conversión: las desventuras, los eventos dolorosos, no tienen que suscitar en nosotros curiosidad o búsqueda de presuntos culpables, sino que tienen que representar una ocasión para reflexionar, para vencer la ilusión de poder vivir sin Dios, y para reforzar, con la ayuda del Señor, el compromiso de cambiar la vida”.