MADRID,
Monseñor Fabio Suescún Mutis, Obispo Ordinario Militar de Colombia señaló durante la Vigésima Primera Conferencia Internacional de Jefes de Capellanes Militares realizada en España, que la atención espiritual de soldados y policías en América Latina es no sólo indispensable sino urgente.
El Prelado, que preside la respectiva comisión del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), señaló que el trabajo pastoral castrense parte "de la convicción de la necesidad de las Fuerzas Armadas para el bien común y de reconocer que es un grupo humano especial con condiciones particulares de vida".
El Prelado lamentó que "el trabajo de la Fuerza Pública no siempre es reconocido por las gentes. En algunos existe resistencia por lo abusos de autoridad que se han cometido. Entre los mismos creyentes no faltan las reservas en relación con un trabajo pastoral en el mundo militar. No se debe atender, dicen, a los hombres armados porque las armas son para la violencia y la muerte, y esto es antievangélico".
En respuesta a esta objeción, Mons. Suescún destacó que "la misión de las Fuerzas Armadas es precisa: defender la soberanía, la independencia y la integridad territorial, garantizar el orden constitucional, la seguridad y el bienestar de la población"; por eso, "no dudo de que aquellos que han sido fieles y rectos en el ejercicio de su profesión policial o militar, recibirán también la recompensa al final del tiempo".
El Prelado reconoció que "la deshumanización es un enemigo terrible y oculto que está asechando a la humanidad entera y de manera particular a los miembros de las Fuerzas Armadas"; sin embargo, destacó que "la sensibilidad a la espiritualidad es manifiesta en los servidores de la patria" y que "en su gran mayoría son personas religiosas por tradición familiar, por los valores de entrega, de sacrificio y de honor que exige su profesión y también por la cercanía de la muerte que experimentan con frecuencia y los lleva a implorar la divina protección".
El Obispo colombiano destacó que la acción espiritual de los obispos castrenses "llena de alegría y de paz el corazón del militar y le demuestra la proyección trascendente de su misión"; y por eso "un militar o un policía creyentes entienden el ejercicio de su profesión como un verdadero servicio en el amor, como una auténtica vocación, como un camino de santidad".