VATICANO,
Al presidir ayer por la tarde las Vísperas en la Jornada de la Vida Consagrada, el Papa Benedicto XVI recordó que este modo de vivir querido por el Creador y que es un don para la Iglesia y todo el mundo que está sediento de Dios y su Palabra, y que corre el riesgo de "sofocarse por lo efímero y lo útil".
En la fiesta de la Presentación del Señor, el Santo Padre explicó que el objetivo de esta Jornada de la Vida Consagrada "es triple: ante todo alabar y agradecer al Señor por el don de la vida consagrada; en segundo lugar, promover su conocimiento y la estima de parte de todo el Pueblo de Dios; y en fin, invitar a cuantos han dedicado plenamente su propia vida a la causa del Evangelio a celebrar la maravillas que el Señor ha obrado en ellos".
Refiriéndose a la lectura de la Carta a los Hebreos de la celebración en la que se presenta a Cristo "como el Mediador: es verdadero Dios y verdadero e hombre, por lo tanto pertenece realmente al mundo divino y al humano", el Papa resaltó que "en realidad, es precisamente y sólo a partir de esta fe, de esta profesión de fe en Jesucristo, el Mediador único y definitivo, que en la Iglesia tiene sentido una vida consagrada, una vida consagrada a Dios mediante Cristo".
"Tiene sentido sólo si Él es verdaderamente mediador entre Dios y nosotros, si no fuera así se trataría sólo de una forma de sublimación o de evasión", añadió.
"Si Cristo no fuera verdaderamente Dios, y no fuera, al mismo tiempo, plenamente hombre, desaparecería el fundamento de la vida cristiana en cuanto tal, pero, de forma totalmente particular, desaparecería el fundamento de toda consagración cristiana del hombre y de la mujer", dijo luego Benedicto XVI.
La vida consagrada, continuó el Papa, "testimonia y expresa de forma ‘fuerte’ precisamente la búsqueda recíproca de Dios y del hombre, el amor que los atrae; la persona consagrada, por el mismo hecho de existir, representa como un ‘puente’ hacia Dios para todos aquellos que la encuentran, un llamado, un reenvío. Y todo esto se afianza en la mediación de Jesucristo, el Consagrado por el Padre ¡El fundamento es Él! Él, que ha compartido nuestra fragilidad, para que nosotros pudiéramos participar de su naturaleza divina".