21 de noviembre de 2024 Donar
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Vida consagrada es don para la Iglesia y el mundo que tiene sed de Dios, dice Benedicto XVI

Al presidir ayer por la tarde las Vísperas en la Jornada de la Vida Consagrada, el Papa Benedicto XVI recordó que este modo de vivir querido por el Creador y que es un don para la Iglesia y todo el mundo que está sediento de Dios y su Palabra, y que corre el riesgo de "sofocarse por lo efímero y lo útil".

En la fiesta de la Presentación del Señor, el Santo Padre explicó que el objetivo de esta Jornada de la Vida Consagrada "es triple: ante todo alabar y agradecer al Señor por el don de la vida consagrada; en segundo lugar, promover su conocimiento y la estima de parte de todo el Pueblo de Dios; y en fin, invitar a cuantos han dedicado plenamente su propia vida a la causa del Evangelio a celebrar la maravillas que el Señor ha obrado en ellos".

Refiriéndose a la lectura de la Carta a los Hebreos de la celebración en la que se presenta a Cristo "como el Mediador: es verdadero Dios y verdadero e hombre, por lo tanto pertenece realmente al mundo divino y al humano", el Papa resaltó que "en realidad, es precisamente y sólo a partir de esta fe, de esta profesión de fe en Jesucristo, el Mediador único y definitivo, que en la Iglesia tiene sentido una vida consagrada, una vida consagrada a Dios mediante Cristo".

"Tiene sentido sólo si Él es verdaderamente mediador entre Dios y nosotros, si no fuera así se trataría sólo de una forma de sublimación o de evasión", añadió.

"Si Cristo no fuera verdaderamente Dios, y no fuera, al mismo tiempo, plenamente hombre, desaparecería el fundamento de la vida cristiana en cuanto tal, pero, de forma totalmente particular, desaparecería el fundamento de toda consagración cristiana del hombre y de la mujer", dijo luego Benedicto XVI.

La vida consagrada, continuó el Papa, "testimonia y expresa de forma ‘fuerte’ precisamente la búsqueda recíproca de Dios y del hombre, el amor que los atrae; la persona consagrada, por el mismo hecho de existir, representa como un ‘puente’ hacia Dios para todos aquellos que la encuentran, un llamado, un reenvío. Y todo esto se afianza en la mediación de Jesucristo, el Consagrado por el Padre ¡El fundamento es Él! Él, que ha compartido nuestra fragilidad, para que nosotros pudiéramos participar de su naturaleza divina".

Al hablar luego del importante papel de los consagrados como "testigos de la misericordia divina", el Santo Padre resaltó que "también para el hombre de hoy, la vida consagrada permanece como una escuela privilegiada de la ‘compunción del corazón’, del reconocimiento humilde de la propia miseria, pero, al mismo tiempo, permanece como una escuela de la confianza en la misericordia de Dios, en su amor que nunca abandona. En realidad, cuanto más nos acercamos a Dios, más cerca estamos de Él, más útiles somos para los demás".

Refiriéndose de modo particular a las comunidades de clausura, Benedicto XVI dijo que éstas tienen un "específico compromiso de fidelidad en el ‘estar con el Señor’, en el ‘estar a los pies de la cruz’, desarrollan a menudo este rol vicario, unidas al Cristo de la Pasión, asumiendo en sí los sufrimientos y las pruebas de los demás ofreciendo con alegría todo, por la salvación del mundo".

"En fin, queridos amigos, queremos elevar al Señor un himno de acción de gracias y de alabanza precisamente por la vida consagrada. Si ella no existiera ¡cuán pobre sería todavía más el mundo! Más allá de las valoraciones superficiales de funcionalidad, la vida consagrada es importante precisamente por su ser signo de gratuidad y de amor, y ello aún más en una sociedad que corre el riesgo de quedar sofocada en el vórtice de lo efímero y de lo útil’".

El Papa también subrayó que "la vida consagrada, sin embargo, testimonia la sobreabundancia de amor que impulsa a ‘perder’ la propia vida, como respuesta a la sobreabundancia de amor del Señor, que fue el primero que ‘perdió’ su vida por nosotros. En este momento pienso en las personas consagradas, que sienten el peso de la fatiga cotidiana, escasa de gratificaciones humanas, pienso en los religiosos y en las religiosas ancianos y enfermos, en cuantos se sienten en dificultad en su apostolado. Ninguno de ellos es inútil, porque el Señor los asocia al ‘trono de la gracia’. Son, al contrario, un don precioso para la Iglesia y para el mundo, sediento de Dios y de la su Palabra".

Finalmente y en el marco del Año Sacerdotal, el Papa Benedicto XVI alentó a que éste sea "una ocasión ulterior, para los religiosos presbíteros, para intensificar el camino de santificación y, para todos los consagrados y las consagradas, un estímulo para acompañar y sostener su ministerio con ferviente oración. Este año de gracia tendrá un momento culminante en Roma, el próximo mes de junio, en el encuentro internacional de los sacerdotes, al cual invito a cuantos ejercen el Sagrado Ministerio".

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