VATICANO,
El Papa Benedicto XVI pidió esta mañana una laicidad positiva –que tenga en cuenta el aporte de los creyentes en el ámbito público– que permita superar el relativismo considerado "un elemento constitutivo esencial de la democracia" y que respete además la libertad religiosa.
En su discurso de inicio de año a los miembros del Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede, el Papa explicó que las raíces de los males del mundo que afectan al hombre y la naturaleza son "de tipo moral y la cuestión tiene que ser afrontada en el marco de un gran esfuerzo educativo, con el fin de promover un cambio efectivo de la mentalidad y establecer nuevos modelos de vida. La comunidad de los creyentes puede y quiere participar en ello, pero para hacerlo es necesario que se reconozca su papel público".
Seguidamente Benedicto XVI lamentó que "en ciertos países, sobre todo occidentales, se difunde en ámbitos políticos y culturales, así como en los medios de comunicación social, un sentimiento de escasa consideración y a veces de hostilidad, por no decir de menosprecio, hacia la religión, en particular la religión cristiana".
"Es evidente –continuó– que si se considera el relativismo como un elemento constitutivo esencial de la democracia se corre el riesgo de concebir la laicidad sólo en términos de exclusión o, más exactamente, de rechazo de la importancia social del hecho religioso. Dicho planteamiento, sin embargo, crea confrontación y división, hiere la paz, perturba la ecología humana y, rechazando por principio actitudes diferentes a la suya, se convierte en un callejón sin salida".
Ante esta situación, explicó el Papa "es urgente, por tanto, definir una laicidad positiva, abierta, y que, fundada en una justa autonomía del orden temporal y del orden espiritual, favorezca una sana colaboración y un espíritu de responsabilidad compartida. Desde este punto de vista, pienso en Europa que, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, ha abierto una nueva fase de su proceso de integración, que la Santa Sede seguirá con respeto y cordial atención".
"Al observar con satisfacción que el Tratado prevé que la Unión Europea mantenga con las Iglesias un diálogo ‘abierto, transparente y regular’, formulo mis votos para que Europa, en la construcción de su porvenir, encuentre continua inspiración en las fuentes de su propia identidad cristiana. Ésta, como ya afirmé en mi viaje apostólico a la República Checa el pasado mes de septiembre, tiene un papel insustituible ‘para la formación de la conciencia de cada generación y para la promoción de un consenso ético de fondo, al servicio de toda persona que a este continente lo llama ‘mi casa’’".