VATICANO,
En la celebración de la fiesta del Bautismo del Señor y al presidir la Eucaristía en la Capilla Sixtina, el Papa Benedicto XVI resaltó que con este sacramento, Dios concede la luz de la fe a todos los hombres, que se manifiesta en el Evangelio que es vida y esperanza, para que resplandezca en un mundo que camina en las tinieblas de la duda.
En la Eucaristía en la que el Santo Padre administró el sacramento del Bautismo a siete niñas y siete niños recién nacidos, Benedicto XVI explicó que "la fe es un don que hay que descubrir, cultivar y testimoniar. Con esta celebración del Bautismo, el Señor concede a cada uno de nosotros vivir la belleza y la alegría de ser cristianos, para que podamos introducir a los niños bautizados en la plenitud de la adhesión a Cristo".
Con la fiesta del Bautismo de Jesús, dijo luego el Papa según informa Radio Vaticano, "continúa el ciclo de manifestaciones del Señor, que ha iniciado en Navidad con el nacimiento en Belén del Verbo encarnado, contemplado por María José y los pastores en la humildad del pesebre. Ha tenido también una etapa importante en la Epifanía, cuando el Mesías, a través de los Magos, se ha manifestado a todas las gentes. Hoy Jesús se revela, en las orillas del Jordán, a Juan y al pueblo de Israel".
Tras indicar que ésta es la primera manifestación pública del Señor, el Pontífice indicó que "el suyo es un bautismo de penitencia. Un signo que invita a la conversión, a cambiar vida, porque se acerca Aquel que ‘bautizará en Espíritu santo y fuego’. De hecho, no se puede aspirar a un mundo nuevo quedando inmersos en el egoísmo y en las costumbres arraigadas al pecado".
"También Jesús abandona la casa y las normales ocupaciones para llegar al Jordán. Llega en medio de la multitud, que está escuchando al Bautista y se pone en fila como todos los otros, a la espera de ser bautizado. Juan a penas lo ve intuye que en aquel Hombre hay algo único, que es el misterioso Otro que esperaba y hacia el cual está orientada toda su vida. Comprende que está delante de Alguien más grande que él".
El Santo Padre señaló además que "en el Jordán, Jesús, sin embargo se manifiesta con una extraordinaria humildad, que recuerda la pobreza y la simplicidad del Niño acostado en el pesebre, y anticipa los sentimientos con los cuales, al final de sus días terrenos, llegará a lavar los pies de sus discípulos y sufrirá la humillación terrible de la cruz".