VATICANO,
Al presidir ayer por la tarde el rezo de las Vísperas con los universitarios de los ateneos romanos, el Papa Benedicto XVI alentó a los jóvenes a acercarse con espíritu sencillo y humilde a la Sabiduría de Dios, al Niño Dios que nace en Belén en Navidad, para ser capaces de mostrarlo a los demás que es la "primera forma de caridad intelectual".
En su homilía, el Santo Padre explicó que "la que nace en Belén es la Sabiduría de Dios. En la plenitud de los tiempos, esta Sabiduría asumió un rostro humano, el rostro de Jesús. La paradoja cristiana consiste precisamente en la identificación de la Sabiduría divina, es decir el Logos eterno, con el hombre Jesús de Nazaret y con su historia. Por lo tanto la Sabiduría que invocamos esta noche es el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad; es el Verbo".
"Un profesor cristiano, un joven estudiante cristiano llevan dentro de sí el amor apasionado por esa Sabiduría. Leen todo a su luz. Sin ella no se hizo nada de todo lo que existe y por lo tanto en toda realidad creada se puede entrever su reflejo. Todo lo que percibe la inteligencia humana de alguna manera participa en la Sabiduría creadora. Aquí, en último análisis, reside también la misma posibilidad del estudio, de la investigación, del diálogo científico en cualquier campo del saber", continuó.
Seguidamente el Papa cuestionó: "¿Quien estaba la noche de Navidad en la gruta de Belén? ¿Quien acogió a la Sabiduría cuando nació? No fueron los doctores de la ley, los escribas o los sabios. Fueron María y José y luego los pastores. ¿Que significa? ¿Quiere decir que no es necesario el estudio, o incluso que es contraproducente para conocer la verdad?".
Benedicto XVI responde a estas interrogantes y explica que "la historia de dos mil años de cristianismo excluye esta última hipótesis y nos sugiere la acertada: se trata de estudiar, de profundizar el conocimiento conservando un ánimo de ‘pequeños’, un espíritu sencillo y humilde, como el de María, Sede de la Sabiduría".