VATICANO,
En su catequesis de la Audiencia General de este miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI habló de Guillermo de Saint-Thierry, un monje benedictino del siglo XI, de quien se puede aprender que todo ser humano "tiene una sola tarea: aprender a amar sincera, gratuita y auténticamente" en la "escuela de Dios".
El Santo Padre explicó al iniciar su catequesis que Guillermo, fue amigo y estimador de San Bernardo de Claraval, nació en Lieja entre 1075 y 1080. De familia noble, fue a las escuelas más famosas de su tiempo e ingresó en los benedictinos de Saint-Nicaise de Reims. Llegó a ser abad del monasterio de Saint- Thierry, comunidad que no obstante sus deseos no pudo reformar. Por eso, la abandonó para entrar en la abadía cisterciense de Signy, en la que escribió obras de espiritualidad importantes en la historia de la teología monástica.
El Papa explicó que en una de sus obras "De natura et dignitate amoris" (La naturaleza y la dignidad del amor) está una de las ideas fundamentales de Guillermo que también sirve a los cristianos de hoy: "la energía principal que mueve el ánimo humano es el amor. En definitiva cada ser humano tiene una sola tarea: aprender a amar sincera, gratuita y auténticamente. Pero solamente en la escuela de Dios se puede cumplir esta tarea y el ser humano puede alcanzar el fin para el que fue creado".
"Para aprender a amar es necesario un camino arduo y largo. En este itinerario la persona debe imponerse una ascesis eficaz para eliminar cualquier afecto desordenado y unificar su vida en Dios, fuente, meta y fuerza del amor, hasta llegar a la cumbre de la vida espiritual que Guillermo define como ‘sabiduría’. Al final de este itinerario ascético, se experimentan gran serenidad y dulzura", dijo el Pontífice.
Benedicto XVI afirmó luego que Guillermo atribuye también "una notable importancia a la dimensión afectiva" porque "en el fondo, nuestro corazón es de carne y, cuando amamos a Dios, que es el Amor mismo, no podemos dejar de expresar en esta relación con el Señor nuestros sentimientos humanos. El Señor mismo, haciéndose hombre, nos quiso amar con un corazón de carne".
El amor, para este monje, "ilumina la inteligencia y hace que conozcamos mejor y más profundamente a Dios y, en Dios, a las personas y los hechos. El amor produce atracción y comunión hasta el punto de que hay una asimilación entre el sujeto que ama y el objeto amado".