VATICANO,
En su habitual catequesis de la Audiencia General de los miércoles, el Papa Benedicto XVI habló de las grandes catedrales medievales y explicó que el arte que las inspiró no se puede comprender "sin tener en cuenta el alma religiosa que las ha inspirado" ya que, además, "nos recuerdan que la vía de la belleza es un camino privilegiado para acercarnos al Misterio de Dios".
Tras explicar, en el Aula Pablo VI ante unas ocho mil personas, que la fe cristiana estaba profundamente enraizada en la Edad Media, lo que generó "una de las creaciones artísticas más elevadas de la civilización universal; las catedrales", el Santo Padre destacó que el fervor artístico al que asiste Europa durante tres siglos, a partir del siglo XI, se debe "al ardor espiritual del monaquismo" gracias al que se construyeron iglesias abaciales "en las que los fieles podían rezar, atraídos por la veneración de las reliquias de los santos, meta incesante de peregrinaciones".
Nacieron así las catedrales románicas, en las que una novedad fue la introducción de las esculturas, cuyo fin más que la perfección técnica era "la finalidad educativa". De ahí que el tema recurrente fuese "la representación de Cristo, como juez universal, rodeado por los personajes del Apocalipsis. En general, son los pórticos de las iglesias románicas los que presentan esta imagen para subrayar que Cristo es la Puerta que lleva al Cielo".
El Papa se refirió luego a las catedrales góticas de los siglos XII y XIII, caracterizadas por "el empuje vertical y la luminosidad", que "mostraban una síntesis de fe y arte expresada armoniosamente a través del lenguaje universal y fascinante de la belleza", para "traducir en sus líneas arquitectónicas el anhelo de las almas por Dios" y dotadas de vidrieras "desde las que una cascada de luz caía sobre los fieles para contarles la historia de la salvación".
"La escultura gótica ha hecho de las catedrales una Biblia de piedra, representando los episodios del Evangelio e ilustrando el contenido del año litúrgico, desde la Natividad a la glorificación del Señor. Tampoco faltaban los personajes del Antiguo Testamento, cuya historia era familiar para los fieles".
Benedicto XVI subrayó después que "las obras maestras del arte nacidas en Europa en los siglos pasados son incomprensibles si no se tiene en cuenta el ánima religiosa que las inspiró. Cuando la fe, de forma particular celebrada en la liturgia, encuentra al arte, se crea una sintonía profunda, porque ambos pueden y quieren hablar de Dios haciendo visible lo Invisible".