ROMA,
El Arzobispo de Cracovia y quien fuera durante 40 años secretario personal de Juan Pablo II, Cardenal Stanislaw Dziwisz, señaló que la "herencia del corazón" del Papa Peregrino está en esa capacidad de "hacer 'ver' el rostro de Dios incluso a quien no lo conocía, a quien lo rechazaba o tal vez lo negaba".
En el prólogo del reciente libro "Un Papa que no muere: La herencia de Juan Pablo II" de quien fuera subdirector de L'Osservatore Romano, Gian Franco Svidercoschi, el Cardenal Dziwisz recuerda que cada vez que lee el pasaje del Apocalipsis 3, 20 –"Mira que estoy a la puerta y llamo. Si aluno escucha mi voz y mi abre, entraré y cenaré con él y él conmigo"– es como "si releyese la vida de Juan Pablo II".
La lectura de esta pasaje, añade, "es como si encontrase, explicado con la máxima simplicidad, el secreto de su inspiración profética. Esto es, el modo el que él, abriendo sus ánimos, lograba hacer 'ver' el rostro de Dios incluso a quien no lo conocía, a quien lo rechazaba o tal vez lo negaba".
Esta capacidad del Papa Wojtyla, dice el Cardenal Dziwisz, ha generado una "extraordinaria abundancia de frutos espirituales" que atraviesa todo tipo de barreras.
"Obviamente no se pueden 'cuantificar' los sentimientos, y en particular los sentimientos que pertenecen a la esfera más íntima. Pero tantísima gente, en diversas latitudes, se ha sentido 'contagiada' por como Juan Pablo II ha testimoniado en su vida a Dios Padre, al Dior del amor, de la misericordia y ha visto cotidianamente el signo de la radicalidad evangélica; y ha afrontado, con serenidad y valor, tantas pruebas, tantos sufrimientos hasta llegar a la muerte".
Este testimonio, que ha logrado hermanar a los pueblos, prosigue el Arzobispo, no es el único "patrimonio dejado por Juan Pablo II". También está "la nueva imagen de la Iglesia, renovada profundamente respecto a como era a finales de los años setenta. Esto se debe a una gran acción evangelizadora, dedicada a promover un nuevo modo de ser cristianos hoy, ¡sin miedos y sin complejos! Porque es aquí en el mundo, como siempre ha sido, que se entrecruzan las preguntas del hombre y las respuestas de Dios".