VATICANO,
En su habitual catequesis de los miércoles en la Audiencia General, el Papa Benedicto XVI habló de Simeón el Nuevo Teólogo, un santo monje oriental de Asia Menor del siglo X, cuyo aporte está en la reflexión sobre la presencia del Espíritu Santo en los bautizados y cómo "la verdadera fuente del amor es la presencia divina en el alma".
En el Aula Pablo VI y ante miles de fieles reunidos, el Papa explicó que Simeón nació en el 949 en Galatai (Asia Menor) y abandonó su carrera civil en Constantinopla al servicio del Emperador para emprender "el camino de la unión con Dios, bajo la guía espiritual de Simeón el Piadoso, en un monasterio de Constantinopla". Murió en 1022.
Su reflexión, afirmó el Santo Padre, "se centra en la presencia del Espíritu Santo en los bautizados, que han de ser conscientes de esta realidad espiritual. La vida cristiana es comunión íntima y personal con Dios", e insistió en que "el verdadero conocimiento de Dios nace de un camino de purificación interior y pasa a través de un profundo arrepentimiento y dolor sincero por los propios pecados, para llegar a la unión con Cristo, fuente de alegría y de paz".
El Papa subrayó luego que "este santo monje oriental nos estimula a todos a prestar gran atención a la vida espiritual. Si nos preocupamos justamente de cuidar nuestro crecimiento físico, humano e intelectual, es aún más importante no descuidar el crecimiento interior, que consiste en el conocimiento de Dios y en la comunión con Él, para experimentar su ayuda en todo momento y en toda circunstancia".
Tras resaltar que Simeón "tuvo la prueba segura de que la fuente de la presencia y de la acción de Cristo en un alma es el amor", Benedicto XVI destacó que "el amor de Dios crece en nosotros si permanecemos unidos a Él con la oración y con la escucha de su palabra. Solamente el amor divino nos abre el corazón a los demás y nos hace sensibles a sus necesidades, llevándonos considerar a todos como hermanos e invitándonos a responder con el amor al odio y con el perdón a la ofensa".
El Papa indicó que así como Simeón, cuando era joven, "encontró un director espiritual que le ayudó mucho y del que conservó una gran estima, sigue siendo válido para todos –sacerdotes, personas consagradas y laicos, y especialmente para los jóvenes– la invitación a recurrir a los consejos de un buen padre espiritual, capaz de acompañar a cada uno en el conocimiento profundo de sí mismo, y conducirlo a la unión íntima con el Señor, para que su existencia se conforme cada vez más al Evangelio".