VATICANO,
Durante la Audiencia General de este miércoles, y tal como había anunciado durante el Ángelus dominical, el Papa Benedicto XVI dedicó la Catequesis a destacar la vida y ejemplo del patrono del Año del Sacerdocio, San Juan María Vianney.
El Pontífice inició su discurso recordando que “eran las dos de la mañana del 4 de agosto de 1859, cuando San Juan Bautista María Vianney, terminado el curso de su existencia terrena, fue al encuentro del encuentro del Padre celeste”.
“¡Qué gran fiesta debe haber habido en el Paraíso con el ingreso de un pastor así de celoso! ¡Qué acogida deben haberle reservado las multitudes de hijos reconciliados con el Padre, mediante su obra de párroco y confesor!”; dijo el Papa, al recordar que “depende de la santidad la credibilidad del testimonio y en definitiva, la eficacia misma de la misión de cada sacerdote”.
Recordando luego algunos rasgos biográficos del santo, nacido en Dardilly el 8 de mayo de 1786, hasta que, tras muchos esfuerzos “a la edad de 29 años, tras muchas inseguridades, no pocos fracasos y tantas lágrimas, pudo subir al altar del Señor y realizar el sueño de su vida”.
“El Santo Cura de Ars”, prosiguió el Pontífice, manifestó siempre una altísima consideración por el don recibido. Afirmaba: ‘¡Oh! ¡Qué cosa grande es el Sacerdocio! ¡No se lo entenderá bien sino en el Cielo… si se lo comprendiera sobre la tierra, se moriría, no de susto, sino de amor!”.
Benedicto XVI recordó luego que “en el servicio pastoral, tan simple cuanto extraordinariamente fecundo, este anónimo párroco de una perdida aldea del sur de Francia llegó de tal manera a compenetrarse con su ministerio, hasta convertirse, incluso de manera visible y universalmente reconocible, alter Christus, imagen del Buen Pastor, que, a diferencia del mercenario, da la vida por las ovejas”.