AYACUCHO,
Al celebrar una multitudinaria Eucaristía esta mañana en la Plaza de Armas de Ayacucho en ocasión del 400º aniversario de esta Arquidiócesis peruana, el Enviado Papal, Cardenal Juan Luis Cipriani, resaltó la fuerte identidad católica de este pueblo y alentó a seguir trabajando por el anuncio del Evangelio.
En la Misa, concelebrada por el Nuncio Apostólico, Mons. Bruno Musarò y una veintena de obispos del país, el también Arzobispo de Lima y Primado del Perú pidió a los presentes educar a "esos hijos y nietos; maestros y profesores iluminen la mente de los jóvenes; Autoridades, trabajen con firmeza y confianza, sin dejarse desalentar por las dificultades. Con la venia del Santo Padre me he permitido abrir este corazón que lo dejé en Ayacucho y que sigue en Ayacucho".
El Cardenal Cipriani también destacó los numerosos aportes del pueblo ayacuchano a la identidad nacional e hizo una mención especial en la Misa por todas las almas de las personas que murieron por la violencia terrorista; rindió homenaje a las instituciones que han contribuido a la identidad religiosa ayacuchana así como la labor en favor de los más pobres de la Madre Covadonga y de las monjas de clausura de los tradicionales conventos ayacuchanos de Santa Teresa y Santa Clara.
"Cómo no recordar hoy la Semana Santa ayacuchana, como una maravillosa manifestación de piedad popular, que trae multitudes de todas partes a esta 'Roma de los Andes'. La mirada llena de ternura del Nazareno, el silencio de la noche del Santo Sepulcro y la exultación de la felicidad en la madrugada del domingo de Resurrección son como huellas de estos 400 años en la historia de la Iglesia en el Perú", dijo el Purpurado.
Asimismo, resaltó la "alta sensibilidad artística de sus gentes que, con su expresión musical, con sus preciosas y expresivas artesanías, con sus tejidos, siguen deslumbrando a sus visitantes de todas las latitudes. Cómo no sentir una vibrante emoción al contemplar el Obelisco de la Pampa de la Quinua. En estas tierras se firmó la independencia del Perú", tras la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, luego de la cual las fuerzas españolas dejaron definitivamente el país.
El Primado del Perú también alentó a "que la vida sacramental ilumine todos los esfuerzos pastorales, insistiendo de manera especial en la participación en la Eucaristía dominical, que se ilumine y se practique de una manera valiente el sacramento de la Reconciliación, superando las dificultades".