VATICANO,
Al presidir este fin de semana las vísperas en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico al reabrirse el culto en este lugar luego de su restauración que ha durado siete años, el Papa Benedicto XVI señaló que los frescos de San Pedro y San Pablo de este templo "representan los dos actos de un único drama: el drama del Misterio Pascual: Cruz y Resurrección, muerte y vida, pecado y gracia".
Al comentar los frescos "La conversión de Pablo" y "La crucifixión de Pedro", que son una de las últimas obras de Miguel Ángel, que se encuentran en esta iglesia, el Santo Padre explicó que los rostros de ambos juegan un papel central.
Refiriéndose al episodio de la conversión de Pablo, que Miguel Ángel retrata como un anciano, cuando en realidad tenía 30 años durante su viaje a Damasco, subrayó: "la decisión del artista nos aleja del realismo puro, nos lleva más allá de la narración de los hechos para introducirnos en un nivel más profundo". Así, "el rostro de Pablo expresa la madurez del hombre iluminado interiormente por Cristo, la gracia y la paz de Dios envolvieron a Saulo, lo conquistaron y lo transformaron interiormente".
Al comentar la actitud de Pedro, el Pontífice comentó que vuelve la cabeza para mirar a quien lo observa, con lo que parece expresar "el estado de ánimo del hombre frente a la muerte y al mal: está como desamparado, y busca a algo o a alguien en la hora final. Los rostros de los apóstoles están uno frente al otro" y "es como si Pedro, en la hora de la prueba suprema, buscase la luz que dio la verdadera fe a Pablo. En este sentido, ambas imágenes pueden representar los dos actos de un único drama: el drama del Misterio Pascual: Cruz y Resurrección, muerte y vida, pecado y gracia".
"Para los que vienen a rezar a esta Capilla, y sobre todo para el Papa, Pedro y Pablo son maestros de fe. Con su testimonio nos invitan a profundizar, a meditar en silencio el misterio de la Cruz, que acompaña a la Iglesia hasta el final de los tiempos y a acoger la luz de la fe, gracias a la cual la comunidad apostólica puede extender hasta los confines de la tierra la acción misionera y evangelizadora que le confió Cristo resucitado".
"Aquí no hay celebraciones solemnes con el pueblo. Aquí el sucesor de Pedro y sus colaboradores meditan en silencio y adoran al Cristo vivo, presente especialmente en el sacramento de la Eucaristía, el sacramento donde se concentra toda la obra de la Redención: en Jesús Eucaristía contemplamos la transformación de la muerte en vida, de la violencia en amor".