VATICANO,
Al recibir esta mañana a los participantes del Congreso Europeo sobre la Pastoral Vocacional, el Papa Benedicto XVI los alentó a ser sembradores de fe y esperanza en los corazones de los jóvenes, a ejemplo de San Juan María Vianney, porque en medio de tanta confusión en el mundo, “ésta puede ser la hora de Dios”.
En su ponencia de hoy, ante los responsables por las vocaciones de las 34 conferencias episcopales de Europa, entre otros, que han reflexionado sobre el tema “Sembradores del Evangelio de la vocación: una Palabra que llama y envía”, el Santo Padre resaltó que la parábola del sembrador muestra al Señor “que tira la semilla de la Palabra de Dios, incluso cuando sabe que podría encontrar un terreno inadecuado, que no permitirá la maduración a causa de la aridez, o que no tendrá fuerza vital sofocándola entre espinas”.
Pese a ello, precisa el Pontífice, “el sembrador no se desalienta, porque sabe que una parte de esta semilla está destinada a encontrar el ‘terreno bueno’, es decir corazones ardorosos y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia y donar nuevamente con generosidad ese fruto en beneficio de muchos”.
Benedicto XVI animó a llevar a cabo esta tarea entre los jóvenes que con frecuencia tienen un corazón “confundido y desorientado, y sin embargo capaz de contener en sí impensadas energías de donación, listo a abrirse por una vida plena de amor a Jesús, capaz de seguirlo con la totalidad y la certeza que viene de haber encontrado el más grande de los tesoros de la existencia”.
Tras asegurar que el sacerdote y el animador deben ser “un grano de trigo” que renuncia a sí mismo “para hacer la voluntad del Padre”, el Papa animó a los presentes y a sus colaboradores; a ser “sembradores de fe y esperanza” en medio del “profundo sentido de extravío que con frecuencia vive la juventud de hoy. No por nada las palabras humanas carecen de futuro y perspectiva, carecen de sentido y sabiduría. Se difunde una actitud de impaciencia frenética y una incapacidad de vivir el tiempo de la espera”.
Y ante esta situación, precisa el Santo Padre, “ésta puede ser la hora de Dios: su llamada, mediante la fuerza y la eficacia de la Palabra, genera un camino de esperanza hacia la plenitud de la vida. La Palabra de Dios puede convertirse realmente en luz y fuerza, fuente de esperanza, puede trazar un camino que pasa a través de Jesús, ‘camino y puerta’; a través de su Cruz, que es plenitud de amor”.