BUENOS AIRES,
El Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, alentó a los miembros de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) a servir al pueblo como pastores sin caer en la tentación de negociar con "la 'prudencia' del mundo, prudencia nacida de compromisos con la riqueza, la vanidad y la soberbia".
En la homilía que pronunció durante la Misa de apertura de la 97º Asamblea Plenaria de la CEA, el Cardenal Bergoglio pidió a los obispos aceptar y recibir plenamente el Espíritu Santo en el corazón, a fin de que "nos dejemos introducir por Él en el Misterio y nos dejemos enviar por Él como testigos, de tal manera que no configuremos una Iglesia gnóstica o una Iglesia autorreferencial".
"Que por este camino lleguemos hasta el final sin quedarnos en atajos negociando con la 'prudencia' del mundo", indicó y recordó que "nuestro pueblo fiel nos reclama pastores, testigos del Misterio, enviados a anunciar a Jesucristo".
El Cardenal Bergoglio destacó que la presencia del Espíritu Santo "en nuestro corazón disipa la tiniebla de la mentira y la nebulosa de esas pseudoverdades, verdades a mitad de camino, expresiones de cumplimiento (cumplo y miento), expresiones de compromiso con el mundo, que ‘no lo puede recibir (al Espíritu Santo), porque no lo ve ni lo conoce’; expresiones generadas en el espíritu de mundanidad espiritual".
"El mayor peligro, la tentación más pérfida, la que siempre renace –insidiosamente– cuando todas las demás han sido vencidas y cobra nuevo vigor con estas mismas victorias... Si esta mundanidad espiritual invadiera la Iglesia y trabajara para corromperla atacándola en su mismo principio, sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral. Peor aún que aquella lepra infame que, en ciertos momentos de la historia, desfiguró tan cruelmente a la Esposa bienamada, cuando la religión parecía instalar el escándalo en el mismo santuario", advirtió.
El Cardenal Bergoglio explicó que "la mundanidad espiritual no es otra cosa que una actitud antropocéntrica. Un humanismo sutil enemigo del Dios Viviente –y, en secreto, no menos enemigo del hombre– que puede instalarse en nosotros por mil subterfugios".