VATICANO,
Al presidir la Eucaristía de Ordenación Sacerdotal de 19 diáconos de la diócesis de Roma, el Papa Benedicto XVI explicó que "el 'mundo' es una mentalidad, una manera de pensar y de vivir que puede contaminar incluso a la Iglesia, y de hecho la contamina, y por tanto exige constante vigilancia y purificación. Estamos 'en' el mundo, y corremos también el riesgo de ser 'del' mundo. Y, de hecho, a veces lo somos".
El mundo, en el sentido evangélico, dijo luego el Santo Padre "insidia también a la Iglesia, contagiando a sus miembros y a los mismos ministros ordenados". Haciendo referencia a la primera carta de San Juan "Por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a El", el Santo Padre afirmó que "el "mundo"', en la acepción de Juan, "no comprende al cristiano, no comprende a los ministros del Evangelio. En parte, porque de hecho no conoce a Dios; y en parte, porque no quiere conocerlo. El mundo no quiere conocer a Dios y escuchar a sus ministros, pues esto lo pondría en crisis".
En el Domingo del Buen Pastor en el que se celebró la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el Papa señaló que "el discípulo, y especialmente el apóstol, experimenta el mismo gozo que Jesús al conocer el nombre y el rostro del Padre; y comparte también su mismo dolor al ver que Dios no es conocido, que su amor no es intercambiado".
El Papa resaltó además que Jesús "dio la vida por todos, pero de manera particular se consagró por aquellos que el Padre le había dado, para que fueran consagrados en la verdad, es decir en Él, y pudieran hablar y actuar en su nombre, representarlo, prolongar sus gestos salvíficos: partir el Pan de la vida y perdonar los pecados".
Los sacerdotes, dijo, "estamos llamados a 'permanecer' en Cristo –como le gusta repetir al evangelista Juan–, y esto se realiza particularmente en la oración. Nuestro ministerio está totalmente ligado a este 'permanecer', que equivale a rezar, y de ahí deriva su eficacia".
El Pontífice subrayó que entre las diversas formas de oración de un presbítero se encuentra "ante todo la santa misa cotidiana. La celebración eucarística es el acto de oración más grande y más alto y constituye el centro y la fuente de la cual también las demás formas de oración reciben la 'savia': la liturgia de las horas, la adoración eucarística, la lectio divina, el santo Rosario, la meditación".