VATICANO,
Al presidir la Eucaristía este Miércoles de Ceniza en la Basílica de Santa Sabina en Roma, el Papa Benedicto XVI recordó que la Cuaresma que se inicia hoy es auténtico camino de conversión, en el que se debe vivir intensamente el ayuno, la limosna y la oración. Como modelo a seguir, el Santo Padre presenta a San Pablo, en quien la gracia ha obrado por su adhesión libre y constante.
Al iniciar su homilía, el Papa explicó cómo el llamado de Dios a la conversión aflora como tema dominante "en todos los componentes de la hodierna liturgia" de la Cuaresma. "Ya en la antífona de ingreso se dice que el Señor olvida y perdona los pecados de cuantos se convierten y en la colecta se invita al pueblo cristian a rezar para que cada uno emprenda 'un camino de verdadera conversión'", añadió.
En este Año Paulino, en el que se celebra los dos mil años del nacimiento de San Pablo, prosigue el Papa, el Apóstol de Gente renueva "seriamente el llamado cuaresmal a la conversión".
"Pablo ha experimentado de manera extraordinaria la potencia de la gracia de Dios, la gracia del Misterio pascual del que la misma Cuaresma vive. Él se presenta a nosotros como 'embajador' del Señor", dijo el Papa. "San Pablo reconoce que todo en él es obra de la gracia divina, pero no olvida que es necesario aherirse libremente al don de la vida nueva recibida en el Bautismo", precisó.
Seguidamente el Papa explica que en el capítulo 6 de la Carta a los Romanos San Pablo escribe lo que puede considerarse el programa de la Cuaresma según su "intrínseca perspectiva bautismal. De una parte, se afirma la victoria de Cristo sobre el pecado, ocurrida una vez y para siempre con su muerte y resurrección, de otra, somos exhortados a no ofrecer al pecado nuestros miembros, es decir, a no conceder, por así decir, espacio para la revancha al pecado".
"La victoria de Cristo espera que el discípulo la haga suya, y esto sucede antes que nada con el Bautismo, mediante el cual, unidos a Jesús, nos convertimos en 'vivientes, retornados de los muertos'. Sin embargo, para que Cristo pueda reinar plenamente en el bautizado, es necesario que éste siga fielmente sus enseñanzas, no debe nunca bajar la guardia, para no permitir de ningún modo al adversario recuperar terreno".