ROMA,
El Patriarca de Venecia, Cardenal Angelo Scola, explicó que los católicos tienen que dar testimonio de su fe en la vida pública, mostrando a la sociedad la riqueza del Evangelio en donde se hayan las respuestas que buscan los hombres, y explicó que actualmente existen visiones reduccionistas que intentan acallar este necesario aporte de los fieles para el mundo.
En un editorial publicado en italiano el pasado 20 de febrero en el diario Avvenire titulado "Católicos, laicos y sociedad civil" y en castellano en la web del vaticanista Sandro Magister, el Purpurado explicó que actualmente en Italia existen dos concepciones del cristianismo que terminan inevitablemente en un reduccionismo.
"La primera es la que trata al cristianismo como una religión civil, como mero cemento ético, capaz de hacer las veces de adhesivo social para nuestra democracia y para las democracias europeas gravemente convulsionadas. Si una posición similar es aceptable en quien no cree, en quien cree debe ser evidente su insuficiencia estructural. La otra, más sutil, es la que tiende a reducir al Cristianismo a mero anunciante de la pura y descarnada Cruz para la salvación de 'cada uno de los otros'".
Por eso, continuó el Cardenal, con alguna de estas concepciones "ocuparse de bioética o de biopolítica distraería del auténtico mensaje de misericordia de Cristo. Como si este mensaje fuese en sí ahistórico y no poseyera alcances antropológicos, sociales y cosmológicos. Una actitud de este tipo produce una dispersión, una diáspora de los cristianos en la sociedad y termina por ocultar la relevancia humana de la fe en cuanto tal, al punto que frente a los dramas también públicos de la vida se llega a demandar un silencio que, a los ojos de los demás, corre el riesgo de vaciar el sentido de pertenencia a Cristo y a la Iglesia".
En opinión del Cardenal estas visiones no entienden qué es realmente el cristianismo: "la primera, porque lo reduce a su dimensión secular, separándolo de la fuerza exaltadora del sujeto cristiano, don del encuentro con el acontecimiento personal de Jesucristo en la Iglesia; la segunda, porque priva a la fe de su espesura carnal".
"Me parece –continúa– que hay otra interpretación cultural, más respetuosa de la naturaleza del hombre y de su ser-en-relación. Ella recorre el hilo capilar que separa a la religión civil de la diáspora y del ocultamiento. Propone el acontecimiento de Jesucristo en toda su dimensión integral –irreductible a toda conceptualización humana–, muestra el corazón que vive en la fe de la Iglesia para beneficio de todo el pueblo. ¿De qué modo? A través del anuncio, como obra del sujeto eclesial, de todos los misterios de la fe en su armonía integral, sabiamente compendiados en el catecismo de la Iglesia".