VATICANO,
Al retomar su ciclo de Catequesis sobre San Pablo, el Papa Benedicto XVI abordó el tema del culto que los cristianos deben ofrecer a Dios, y destacó que la misión de la Iglesia es la de anunciar el Evangelio a todo el mundo para unir a los pueblos en Jesús.
''Me falta la voz pero espero hacerme entender" dijo el Pontífice con una voz baja y ronca, inmediatamente ahogada con un aplauso. Pese a la ronquera, el Papa señaló que "en el pasado se solía hablar de una tendencia anti-cultual del Apóstol de las Gentes, de una 'espiritualización' del culto. Sin embargo, en la actualidad se comprende mejor que Pablo ve en la cruz de Cristo la clave que transforma y renueva radicalmente la realidad del culto".
Comentando tres textos de la Carta a los Romanos, en los que San Pablo se refiere a esta "nueva visión del culto", Benedicto XVI explicó que en el capítulo tercero el Apóstol afirma que "Dios constituyó a Cristo Jesús en "sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre", indicando así "que el culto antiguo que se llevaba a cabo en el templo de Jerusalén, con los sacrificios de los animales… ha sido sustituido por el culto real: el amor de Dios encarnado en Cristo y llevado a su plenitud con su muerte en la cruz. No es una espiritualización de un culto real, sino que el culto real sustituye al culto simbólico y provisional".
El Papa dijo que en el capítulo doce, el Apóstol exhorta a los cristianos "a ofrecer sus cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual".
"Existe el peligro de interpretar el verdadero culto –subrayó– en sentido moralístico: ofreciendo nuestra vida hagamos el verdadero culto. De este modo, el culto con los animales sería sustituido por el moralismo: el ser humano mismo haría todo con su esfuerzo moral. Y esta no era la intención de San Pablo".
Benedicto XVI puso de relieve que sólo en la unión con Cristo, "podemos llegar a ser en El y con El ‘sacrificio vivo’, ofrecer el ‘culto verdadero’… Jesucristo, en su donación al Padre y a nosotros, no nos sustituye, sino que lleva en sí nuestro ser, nuestras culpas y nuestro deseo; nos representa, nos asume. En la comunión con Cristo, realizada en la fe y en los sacramentos, nos convertimos –a pesar de todas nuestras carencias– en sacrificio vivo: se realiza el ‘culto verdadero’".