VATICANO,
Mons. Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados, participó ayer en Oslo, Noruega, en la ceremonia para la firma de la Convención que prohíbe el uso, producción, transferencia y almacenamiento de las bombas racimo, tras la aprobación del texto el pasado 30 de mayo en Dublín, Irlanda. Asimismo, en una declaración, la Santa Sede alentó el desarme efectivo y las negociaciones para el control de las armas para lograr la paz.
En su discurso, el Arzobispo afirmó que "como un signo político fuerte, la Santa Sede ratifica esta Convención el mismo día de su firma. En primer lugar queremos expresar a las víctimas la proximidad humana de la Santa Sede y sus instituciones" y "queremos lanzar un llamamiento a todos los países, especialmente a los productores, exportadores y a los consumidores potenciales de bombas de racimo para que se unan a los firmantes actuales de modo que hagan comprender a todas las víctimas y a todos los países gravemente afectados por estas armas, que su mensaje ha sido escuchado".
"Una seguridad creíble no solo es posible, sino sobre todo es más eficaz cuando está basada en la cooperación, en la confianza y en un orden internacional justo; un orden fundado en el equilibrio de la fuerza es frágil, inestable y fuente de conflictos", prosiguió.
El representante de la Santa Sede resaltó que "gracias a la contribución de todos, el edificio de la paz ahora es más sólido, pero la perseverancia y la paciencia son las condiciones indispensables para su continua consolidación".
De otro lado, en la declaración que acompaña al discurso de Mons. Mamberti, se afirma que "al ratificar la Convención, la Santa Sede desea alentar a toda la comunidad internacional a promover con firmeza el desarme efectivo y las negociaciones para el control de las armas, y a reforzar el derecho humanitario internacional, reafirmando el valor preeminente e intrínseco de la dignidad humana, la centralidad de la persona humana y los principios elementales de humanidad, que constituyen la base del derecho humanitario internacional".
"La Santa Sede considera la Convención sobre las bombas de racimo un paso importante para la protección de civiles, durante y después de los conflictos, por los efectos indiscriminados de este inhumano tipo de artefactos", agrega.