VATICANO,
En la Audiencia General de hoy, el Papa Benedicto XVI resaltó que el bien de Dios siempre está por encima del mal y del pecado; y precisó las líneas esenciales de la doctrina de San Pablo sobre el pecado original de Adán, que no puede ser entendido en su totalidad sin la realidad de la salvación obtenida por Jesucristo para todos los hombres.
En su discurso ante unas 7 mil personas en el Aula Pablo VI, el Santo Padre explicó que San Pablo "no pone en el centro de la escena a Adán con las consecuencias que tuvo el pecado sobre la humanidad, sino a Jesucristo y a la gracia que mediante él se derramó sobre la especie humana".
"Si en la fe de la Iglesia ha madurado la conciencia del dogma del pecado original es porque está ligado inseparablemente con otro dogma, el de la salvación y la libertad en Cristo. En consecuencia, no debemos abordar nunca el pecado de Adán y de la humanidad de forma separada, sino englobarlos en el horizonte de la justificación en Cristo", añadió.
Seguidamente indicó que "como hombres de hoy tenemos que preguntarnos: ¿Es sostenible todavía esta doctrina? Muchos piensan que a la luz de la historia de la evolución no habría lugar para un primer pecado que después se difunde por toda la historia de la humanidad, y en consecuencia la redención y el Redentor perderían su fundamento. En consecuencia ¿existe el pecado original, o no?".
Para responder a esta cuestión, debe considerarse dos aspectos de la teoría sobre el pecado original: uno "empírico, una realidad concreta, tangible, y un aspecto que atañe al misterio, al fundamento ontológico de este hecho. Efectivamente hay una contradicción en nuestro ser. Por una parte, todos sabemos que hay que obrar bien y en nuestro interior también lo deseamos, pero al mismo tiempo sentimos el impulso de hacer lo contrario, de seguir el camino del egoísmo, de la violencia, aun sabiendo que obramos contra el bien, contra Dios y contra el prójimo".
"Esa contradicción interior de nuestro ser no es una teoría. La sentimos todos los días. Y sobre todo vemos siempre a nuestro alrededor el predominio de esta segunda voluntad. Basta pensar en las noticias diarias sobre injusticias, violencias, lujuria. Es un dato de hecho. De este poder del mal en nuestras almas ha crecido en la historia un río sucio del mal que envenena la geografía humana. Pero al mismo tiempo, esa contradicción de nuestra historia debe provocar el deseo de redención. En realidad, el deseo de que cambie el mundo, de que se cree un mundo de justicia, de paz y bien está presente en todos los lugares".