ROMA,
En un artículo publicado en L'Osservatore Romano (LOR) titulado "Para un examen de conciencia", la periodista Lucetta Scaraffia explica que el miedo al sufrimiento del mundo actual es el "motor" de los promotores de la eutanasia. Ante éste, precisa, los católicos deben proponer los principios que contestan razonablemente los cuestionamientos que surgen de este temor exacerbado a sufrir.
Así lo indica Scaraffia al comentar el caso de Eluana Englaro, una italiana de 37 años condenada a la eutanasia por el Tribunal Supremo italiano que ha decidido, a pedido de su padre, retirarle los tubos que la alimentan e hidratan para causarle la muerte.
La periodista de LOR señala que ciertamente esta vez "ha operado el mecanismo del caso misericordioso: en esta circunstancia no del dolor de Eluana –¡de quien los médicos juran que no siente ya más nada y que no se dará cuenta que va a morir de hambre y de sed!– sino de su padre. Como si el padre, con la muerte de su hija, dejara de sufrir: y ésta es la paradoja que nadie ha sabido objetar".
"El miedo al sufrimiento constituye el motor base de todas las decisiones equivocadas de intervenciones sobre el fin de la vida: lo saben bien quienes hacen propaganda de la eutanasia alentando un futuro sin sufrimiento", alerta Scaraffia y resalta que "es propio de la reflexión a propósito del significado del sufrimiento –que solo el cristianismo sabe afrontar– que debemos hacer lo posible para impedir que casos como éste se repitan".
La tradición católica, precisa, "ofrece luces ciertas y claras para decidir en estas complejas circunstancias: el valor de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, cualesquiera que sean las condiciones en las que es vivida, incluso si los casos a afrontar cambian constantemente haciéndolos más complicados e inéditos".
Tras señalar que este asunto también toca el rol de la "tecnociencia en nuestra vida, los límites de la medicina, y que, entonces, para estar verdaderamente convencidos, exige un examen de las mismas", la periodista culmina explicando que la "terrible suerte de Eluana, entonces, es una amonestación a todos y enseña a nosotros los católicos que debemos pensar y trabajar para defender nuestros principios –que son principios razonables compartidos por quienes no son católicos– y calarlos cada vez más en las nuevas cuestiones que el progreso científico crea".