VATICANO,
En su habitual Audiencia General de los miércoles celebrada hoy en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI resaltó que "sin la presencia de Cristo nunca existirá un mundo realmente justo y renovado".
Prosiguiendo con sus catequesis sobre San Pablo, el Santo Padre se refirió a su enseñanza sobre la escatología, es decir sobre las realidades últimas, y explicó que en la Primera Carta a los Tesalonicenses, el Apóstol de Gentes "habla del regreso de Jesús, llamado parusía, adviento. Pablo describe la parusía de Cristo con viveza y con imágenes simbólicas que transmiten sin embargo un mensaje sencillo y profundo: 'Al final estaremos siempre con el Señor. Nuestro futuro es estar con el Señor'".
Seguidamente Benedicto XVI resaltó que para la Segunda Carta a los Tesalonicenses, Pablo "cambia la perspectiva; habla de eventos negativos que deberán preceder al evento final y conclusivo: No hay que dejarse engañar, como si el día del Señor fuese inminente, según un cálculo cronológico". El texto continúa anunciando que "antes de la venida del Señor tendrá que venir la apostasía y manifestarse un indefinible 'hombre de la iniquidad'; el 'hijo de la perdición', que la tradición llamará el Anticristo".
El Pontífice señaló luego tres actitudes que deben marcar al cristiano ante las realidades como la muerte y el fin del mundo: "en primer lugar, la certeza de que Jesús ha resucitado y que con el Padre está junto a nosotros para siempre. En segundo lugar, la seguridad de que Cristo está conmigo y cómo en Cristo el mundo futuro ya ha comenzado, esto nos da certeza de la esperanza. El futuro no es una oscuridad en la que nadie se orienta. No es así. Sin Cristo también hoy el futuro es oscuro. El cristiano sabe que la luz de Cristo es más fuerte y por tanto vive en una esperanza que no es vaga, en una esperanza que da certeza y valentía para afrontar el futuro".
En cuanto a la tercera actitud, dijo luego el Papa, se refiere a "la responsabilidad por el mundo y por los hermanos ante Cristo y al mismo tiempo la certeza de su misericordia. Tenemos que trabajar para que este mundo se abra a Cristo, sea renovado, sabiendo que Dios es un Juez verdadero y tenemos la seguridad de que es bueno, conocemos su rostro. Por eso, podemos estar seguros de su bondad y seguir hacia adelante con gran valentía".
Benedicto XVI subrayó luego que San Pablo, al final de la Primera Carta a los Corintios, "repite y pone en los labios de los corintios una oración de las primeras comunidades cristianas siro-palestinas: ¡Marana thà! '¡Ven, Señor nuestro!', con la que también termina el Apocalipsis. ¿También nosotros podemos rezar hoy así? En nuestra vida, en nuestro mundo, es difícil rezar sinceramente para que acabe este mundo, para que venga la nueva Jerusalén, el último juicio, el Juez Cristo".