MADRID,
El reciente nacimiento de Javier Mariscal, el primer "bebé medicamento" nacido en España desde que los socialistas aprobaran la Ley de Reproducción Asistida en junio de 2006, ha motivado a la Conferencia Episcopal Española (CEE) a publicar un documento en el que señala que la curación de los enfermos no debe ser a costa de eliminar a otros seres humanos.
El documento publicado el fin de semana recuerda que el 12 de octubre nació en Sevilla el primer bebé seleccionado para curar a su hermano, que sufre una enfermedad hereditaria, la beta-talasemia mayor, anemia congénita severa que le obliga a someterse a constantes transfusiones sanguíneas.
"Mediante la técnica utilizada –explica el documento–, el diagnóstico genético preimplantacional, los embriones obtenidos a través de la fecundación in vitro son examinados para seleccionar aquellos que no sean portadores del factor genético que puede dar lugar al desarrollo de la enfermedad heredada. Entre los seleccionados, se implantan en el útero materno aquellos embriones que presentan el perfil de compatibilidad genética más adecuado con el hermano enfermo. Los demás son destruidos o congelados".
La CEE señala que la prensa española "ha puesto el énfasis en la feliz noticia del nacimiento de un niño y en la posibilidad de la curación de la enfermedad de su hermano". "Expresada así, la noticia supone un motivo de alegría para todos. Sin embargo, se ha silenciado el hecho dramático de la eliminación de los embriones enfermos y eventualmente de aquellos que, estando sanos, no eran compatibles genéticamente".
Así, señalan los obispos, "el nacimiento de una persona humana ha venido acompañada de la destrucción de otras, sus propios hermanos, a los que se les ha privado del derecho fundamental a la vida".
Aunque el hecho ha sido calificado como "un éxito y un progreso científico"; el comunicado de la CEE destaca que "someter la vida humana a criterios de pura eficacia técnica supone reducir la dignidad de la persona a un mero valor de utilidad".