VATICANO,
El Cardenal Renato Raffaele Martino y el Arzobispo Agostino Marchetto, respectivamente presidente y secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, presentaron hoy el Mensaje del Papa con motivo de la 95 Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebrará el 18 de enero de 2009, sobre el tema: "San Pablo emigrante, “Apóstol de los pueblos”,.
En el texto publicado en inglés, francés, italiano, español y alemán, el Papa escribe que San Pablo, “guiado por el Espíritu Santo, se prodigó sin reservas para que se anunciara a todos, sin distinción de nacionalidad ni de cultura, el Evangelio. Su vida y su predicación estuvieron totalmente orientadas a hacer que Jesús fuera conocido y amado por todos, porque en él todos los pueblos están llamados a convertirse en un solo pueblo”.
“También en la actualidad –agrega-, en la era de la globalización, esta es la misión de la Iglesia y de todos los bautizados, una misión que con atenta solicitud pastoral se dirige también al variado universo de los emigrantes -estudiantes fuera de su país, inmigrantes, refugiados, prófugos, desplazados-, incluyendo los que son víctimas de las esclavitudes modernas, como por ejemplo en la trata de seres humanos".
"También hoy es preciso –destaca el Papa- proponer el mensaje de la salvación con la misma actitud del Apóstol de los gentiles, teniendo en cuenta las diversas situaciones sociales y culturales, y las dificultades particulares de cada uno como consecuencia de su condición de emigrante e itinerante”.
“Formulo el deseo de que cada comunidad cristiana tenga el mismo fervor apostólico de san Pablo... Que su ejemplo nos sirva de estímulo también a nosotros para que seamos solidarios con estos hermanos y hermanas nuestros, y promovamos, en todas las partes del mundo y con todos los medios posibles, la convivencia pacífica entre las diversas etnias, culturas y religiones”.
El Pontífice destaca luego en su mensaje que “Al leer los Hechos de los Apóstoles y las Cartas que san Pablo dirige a varios destinatarios, se aprecia un modelo de Iglesia no exclusiva, sino abierta a todos, formada por creyentes sin distinción de cultura y de raza, pues todo bautizado es miembro vivo del único Cuerpo de Cristo. Desde esta perspectiva, cobra un relieve singular la solidaridad fraterna, que se traduce en gestos diarios de comunión, de participación y de solicitud gozosa por los demás”.