VATICANO,
Durante la Misa solemne presidida este domingo en la Basílica de San Pablo Extramuros para inaugurar el Sínodo sobre la Sagrada Escritura, el Papa Benedicto XVI lanzó una grave advertencia sobre el daño que producen a la Iglesia los cristianos incoherentes, que podría llevar al fin de las actuales regiones de tradición cristiana.
El Pontífice evocó durante su homilía las lecturas litúrgicas de este domingo -del profeta Isaías y la del Evangelio de Mateo- centradas en la imagen de la viña, y la describió como “una conmovedora alegoría de la alianza de Dios con su pueblo, en la que sin embargo el Señor recibe una respuesta indigna. No la simple desobediencia a un precepto divino, sino un verdadero rechazo de Dios”.
“Esta denuncia de la página evangélica interpela nuestra forma de pensar y de actuar. En particular, a los pueblos que han recibido el anuncio del Evangelio. La historia nos muestra, no pocas veces, la frialdad y la rebelión de cristianos incoherentes”, agregó.
Benedicto XVI recordó luego “aquellas primeras comunidades cristianas que parecían florecientes y que sin embargo desaparecieron, de las que queda un recuerdo sólo en los libros de historia”. “¿No podría pasar lo mismo también en nuestra época? Naciones un tiempo ricas de fe y de vocaciones ahora van perdiendo su propia identidad, bajo la influencia deletérea y destructiva de cierta cultura moderna”.
“Hay quien, habiendo decidido que ‘Dios ha muerto’, se declara él mismo ‘dios’, -prosiguió- considerándose como único artífice de su propio destino, propietario absoluto del mundo. Desembarazándose de Dios y no esperando de él la salvación, el hombre cree que puede hacer lo que le plazca y que puede presentarse como única medida de sí mismo y de su propia conducta”.
El Santo Padre, sin embargo, interpeló: “Cuando el hombre elimina a Dios de su propio horizonte ¿es verdaderamente más feliz y más libre?”, “Cuando los hombres se proclaman propietarios absolutos de sí mismos y únicos dueños de la creación ¿pueden verdaderamente construir una sociedad donde reinen la libertad, la justicia y la paz? ¿No sucede, más bien - como demuestra ampliamente la actualidad cotidiana – que se extiendan el arbitrio del poder, los intereses egoístas, la injusticia y la explotación, la violencia en todas sus expresiones? En fin de cuentas, lo que sucede es que el hombre se encuentra más solo y la sociedad más dividida y confundida”.