VATICANO,
Al recibir a los obispos de la Conferencia Episcopal Panameña, que acaban de realizar su visita "ad limina", el Papa Benedicto XVI pidió inculcar "desde el seminario" a los candidatos al sacerdocio un estilo de vida marcado por el celo apostólico y el testimonio de comunión para que construyan "en ellos el hombre de Dios que los fieles tienen derecho a ver en sus ministros".
El Papa resaltó las iniciativas de los obispos "para sembrar generosamente la Palabra de Dios en el corazón de los panameños, para acompañarlos en el camino de su maduración en la fe, de modo que sean auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo".
Según el Pontífice, "la fecunda acción misionera de sacerdotes, religiosos y laicos", contrasta "la creciente secularización de la sociedad, que invade todos los aspectos de la vida diaria, desarrolla una mentalidad en la que Dios de hecho está ausente de la existencia y de la conciencia humana y se sirve a menudo de los medios de comunicación social para difundir el individualismo, el hedonismo e ideologías y costumbres que minan los fundamentos mismos del matrimonio, la familia y la moral cristiana".
Ante estos retos, el Papa consideró necesarios "el conocimiento profundo y el amor sincero al Señor Jesús, en la meditación de la Sagrada Escritura, en la adecuada formación doctrinal y espiritual, en la plegaria constante, en la recepción frecuente del sacramento de la Reconciliación, en la participación consciente y activa en la Santa Misa y en la práctica de las obras de caridad y misericordia".
Sobre la pastoral juvenil y vocacional, Benedicto XVI exhortó a los prelados a rezar para que el Señor "envíe numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, siendo también esencial para ello un correcto discernimiento de los candidatos al presbiterado, así como el celo apostólico y el testimonio de comunión y fraternidad de los sacerdotes".
"Este estilo de vida ha de inculcarse ya desde el seminario, en el que ha de privilegiarse una seria disciplina académica, espacios y tiempos de oración diaria, la digna celebración de la liturgia, una adecuada dirección espiritual y el cultivo intenso de las virtudes humanas, cristianas y sacerdotales. De esta manera, orando y estudiando, los seminaristas pueden construir en ellos el hombre de Dios que los fieles tienen derecho a ver en sus ministros", precisó.