SYDNEY,
“Quiero reconocer la pena que todos nosotros sentimos como resultado de los abusos sexuales de menores por sacerdotes y religiosos en este país”; fueron las palabras del Papa Benedicto XVI al celebrar la Misa de consagración del nuevo altar de la Catedral de Saint Mary la mañana del sábado ante obispos, seminaristas y novicios de toda Australia.
“Estos constituyen una grave traición de confianza y merecen una inequívoca condena. Han causado gran dolor y han hecho daño al testimonio de la Iglesia. Les pido a todos ustedes apoyar y asistir a sus Obispos y trabajar juntos con ellos en combatir el mal. Las víctimas deben recibir compasión y cuidado y aquellos responsables por estos males deben ser traídos a justicia. Es una urgente prioridad promover un seguro y sano ambiente, especialmente para la gente joven”.
Adicionalmente, el Pontífice dirigió unas alentadoras palabras a los seminaristas y religiosas presentes en la Eucaristía. “Estamos a punto de celebrar la dedicación del nuevo altar de esta venerable Catedral…cada altar es símbolo de Jesucristo, presente en medio de la Iglesia, como sacerdote, altar y víctima. Él nos invita a los miembros del cuerpo místico de Cristo a compartir en la oblación de sí mismo. Él nos llama como pueblo sacerdotal de la nueva y eterna Alianza, a ofrecer, en unión con Él, nuestros propios sacrificios diarios por la salvación del mundo”.
Exhortando a los presentes dijo: “como este altar, nosotros también hemos sido consagrados, 'separados' para el servicio de Dios y la construcción de su reino. Sin embargo, frecuentemente, nos encontramos a nosotros mismos inmersos en un mundo que pone a Dios a un lado. En nombre de la autonomía humana, el nombre de Dios es silenciado, la religión es reducida a una devoción privada y la fe es rechazada en la esfera pública".
“Nosotros también podemos estar tentados a hacer de la vida de fe un asunto de simple sentimiento, quitándole el poder de inspirar una consistente visión del mundo y un riguroso diálogo con otras muchas visiones que competen a las mentes y corazones de nuestros contemporáneos”.
Haciendo alusión al documento del Concilio Varticano II Gaudium et Spes señaló: “la Fe nos enseña que en Jesucristo, la Palabra encarnada, nosotros venimos a entender la grandeza de nuestra propia humanidad, el misterio de nuestra vida en esta tierra y el sublime destino que nos espera en el cielo”.