SYDNEY,
"El seguimiento de Cristo no está libre de costos, no siempre es fácil porque requiere luchar contra lo que San Pablo llama 'la carne', nuestro ego implacable y el viejo egoísmo. Siempre es una batalla, ¡incluso para las personas mayores como yo!", destacó el Arzobispo de Sydney, Cardenal George Pell en la homilía de la Misa inaugural de la JMJ 2008.
En Barangaroo y ante más de 140 mil personas, el Purpurado australiano instó a los jóvenes a que, ante este reto "no pasen su vida sentados al borde del camino manteniendo sus opciones abiertas", pues "sólo el compromiso plenifica".
"Vamos a dar buenos frutos si aprendemos el idioma de la Cruz y dejamos que ella selle nuestros corazones. El lenguaje de la Cruz nos da los frutos del Espíritu que Pablo enumera, nos permite experimentar la paz y la alegría, ser amables con regularidad y generosos con los demás", continuó.
Tras recordar que "Cristo sigue llamando a aquéllos que sufren a que se acerquen a Él para sanarlos, así como lo ha venido haciendo durante dos mil años", el Cardenal Pell precisó que este llamado "es para todos los que sufren, no sólo para católicos o personas de otras religiones, sino especialmente para aquéllos sin religión. Cristo les está llamando para regresar a casa, para vivir el amor, la reconciliación y la comunión".
Ante aquellos que tienen la tentación de decir "no tenemos más esperanzas, nos sentimos como muertos", el Arzobispo aseguró que "esto nunca es verdad mientras todavía podamos elegir. Mientras haya vida, siempre estará la opción de esperanza y con la esperanza en Cristo llega la fe y el amor. Hasta el final estamos siempre en posición de elegir y actuar".
Al hablar luego de la parábola del sembrador y de lo que significa cada una de las maneras en las que cae la semilla, el Arzobispo dijo que no importa en cuál de las formas nos veamos, "nuestra tarea es estar abiertos al poder del Espíritu para permitir que el Dios de las sorpresas pueda actuar a través de nosotros".