VATICANO,
Al inaugurar hoy el Año Paulino en las Vísperas de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Papa Benedicto XVI destacó que el Apóstol es Maestro de Fe y Verdad de las gentes de hoy; y que su labor evangelizadora estuvo centrada en el amor a Cristo y la verdadera libertad que se presentan ejemplares para todas las generaciones.
Al iniciar su discurso en la Basílica de San Pablo de Extramuros, el Santo Padre recuerda al gran Apóstol, como " 'Maestro de las gentes': estas palabras se abren al futuro, hacia todos los pueblos y generaciones. Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. Es también nuestro maestro, apóstol y heraldo de Jesucristo también para nosotros".
Luego de explicar que este Año Paulino debe servir para escuchar y aprender de San Pablo, "'la fe y la verdad', en las que están enraizadas las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo", el Papa destacó que ha querido "prender, para este bimilenario del nacimiento del Apóstol, una especial 'Flama Paulina', que permanecerá encendida durante todo el año en un brasero especial colocado en el cuadripórtico de la Basílica".
"En la Carta a los Gálatas", San Pablo "nos ha dado una profesión de fe muy personal, en la que abre su corazón a los lectores de todos los tiempos y revela la más íntima primavera de su vida. 'Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me ha amado y se ha dado a sí mismo por mí'. Todo lo que Pablo hace, parte de este centro. Su fe es la experiencia del ser amado por Jesucristo en modo personal, es la conciencia del hecho que Cristo ha afrontado la muerte no por alguna cosa anónima, sino por amor a él –de Pablo– y que, como Resucitado, lo ama siempre, por lo que se ha donado por él. Su fue está en haber sido remecido por el amor de Jesucristo, un amor que lo lleva hasta lo íntimo y lo transforma", explicó el Pontífice.
"Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe y amor por Jesucristo", precisó.
Tras señalar que la verdad era para el Apóstol "demasiado grande para estar dispuesto a sacrificarla en vista de un éxito externo" y que ésta "que había experimentado en el encuentro con el Resucitado bien merecía para él la lucha, la persecución, el sufrimiento", Benedicto XVI destacó que "lo que lo motivaba en lo más profundo era ser amado por Jesucristo y el deseo de transmitir a otros este amor".