SANTIAGO,
El Cardenal Jorge Medina Estévez, Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, recordó al Cardenal colombiano Alfonso López Trujillo como un "defensor incansable de la dignidad de la familia y del respeto a la vida", en una Misa ofrecida en su memoria en esta capital.
La Eucaristía tuvo lugar en el oratorio de la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica de Chile, al cumplirse un mes de la partida del Purpurado. La ceremonia fue concelebrada por el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago; el Cardenal Medina, quien tuvo a su cargo la homilía; los obispos auxiliares de Santiago; el Arzobispo Emérito de Concepción, Mons. Antonio Moreno; y sacerdotes profesores de la universidad como Mons. Andrés Arteaga y Mons. Fernando Chomalí.
La Misa de responso fue organizada por Revista Humanitas de la Universidad Católica. Según los organizadores, el Cardenal López Trujillo mantuvo "una estrecha relación con Humanitas, de cuyo Consejo de Consultores y Colaboradores formó parte desde el día de su fundación y con cuyas páginas e iniciativas colaboró con entusiasmo".
En su homilía, el Cardenal Medina reconoció que la partida del Cardenal López Trujillo "nos sorprendió porque su edad nos hacía esperar todavía algunos años en su desempeño generoso, valiente y eficaz en las altas responsabilidades que la Iglesia le había confiado".
"Para mí, su muerte significó la pérdida en este mundo de una amigo sincero, que me demostró mucha confianza y con quien compartí preocupaciones, angustias y alegrías", indicó.
El Purpurado recordó que el cardenal colombiano "vivió las últimas décadas de su vida dedicado al servicio de la Iglesia en el campo de la familia. Comprendió, con mirada de discípulo de Cristo y de Pastor de la Iglesia, que la vida cristiana nace, en las condiciones ordinarias, en el seno de una familia fundada en el sacramento del matrimonio, en la atmósfera del amor de un hombre y de una mujer que reconocen en su vocación al estado matrimonial un llamado de gracia a vivir la forma suprema del amor con el que Cristo amó y ama a su Iglesia: un llamado a vivir la santidad cristiana en el amor conyugal, en el ejercicio permanente de dar y darse, en el que se encuentra, al decir, de Jesús, la perfecta alegría".