VALENCIA,
El Arzobispo de Valencia, Cardenal Agustín García-Gasco, señaló que la educación católica exige tres convicciones fundamentales: "el modelo de la iniciativa de Dios, la importancia de la familia y la imprescindible contribución de la sociedad, incluida la aportación específica de la comunidad cristiana".
Así lo expresó ayer en su discurso de clausura del I Congreso Internacional de Educación Católica celebrado en la Universidad San Vicente Mártir en Valencia. En su alocución, titulada "La Educación Católica ante la situación de emergencia educativa", el Purpurado advirtió que "prescindir de cualquiera de ellos puede dar lugar a una propuesta insuficiente de la educación católica que sin duda reduce su verdad y compromete su eficacia".
"Prescindir de Dios a la hora de comprender la educación, sólo conduce a rebajar su fundamento y a oscurecer la esperanza. El laicismo en educación imposibilita reconocer todo el misterio de lo personal. Es una visión pobre y deficiente de la persona", explicó el Arzobispo y precisó que tampoco se puede "prescindir del protagonismo de la familia, de los padres como primeros educadores" ya que, de hacerlo se "facilita el camino hacia los ciudadanos siervos, aquellos son adoctrinados y controlados por el poder del Estado y de los Medios de Comunicación Social".
"Dios creador hace las cosas buenas porque participan de su ser. Esa mirada buena sobre la creación y sobre el propio ser humano es fundamental para la educación católica", prosiguió el Purpurado y destacó que Dios también " inspira una educación católica en la que todos sus hijos, varones y mujeres, accedan a un conocimiento más perfecto de su dignidad y de su capacidad de amar".
Tras subrayar que "un mundo enfermo de tristeza y de sin sentido, no es impermeable a la acción de la gracia", el Cardenal García-Gasco explicó que "una unión más intensa con la Pasión de Cristo y su renovación eucarística es capaz de hacer penetrar la luz de la esperanza allí donde se podría haber perdido".
Luego de advertir que "el estado no tiene capacidad de amar a las personas. No puede ser el educador, el primer educador", ya que "éste es el papel de los padres", el Purpurado aseguró que "la primera misión de los padres es descubrir y desarrollar en familia la cultura del amor y sus reglas. El hogar es la primera comunidad a la que tiene derecho un niño o una niña. La presencia de otros ámbitos educativos, como las escuelas infantiles, no debe ocultar esa responsabilidad de los padres".