VATICANO,
El Papa Benedicto XVI dedicó la catequesis de la Audiencia General de los miércoles a San Benito de Nursia, aseguró que desde su testimonio se aprende que "sin oración no hay experiencia de Dios" y llamó a Europa a "suscitar una renovación ética y espiritual radicada en las raíces cristianas del continente".
Ante unas 20 mil personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Papa recordó que la vida de San Benito, "padre del monacato occidental", "estaba inmersa en una atmósfera de oración, pilar de su existencia", porque "sin oración no hay experiencia de Dios", mas "la espiritualidad de Benito no era una interioridad fuera de la realidad. En la inquietud y la confusión de su época vivía bajo la mirada de Dios y hacia él dirigía la suya, pero no perdía nunca de vista las tareas de la vida diaria ni al ser humano con sus necesidades concretas".
El Pontífice recordó que San Benito "con su vida y obra ejerció un influjo fundamental en el desarrollo de la civilización y la cultura europea", recordado por San Gregorio Magno como un "astro luminoso" que indica el camino para salir de la "noche oscura de la historia", la crisis de valores e instituciones provocada por la caída del Imperio Romano.
El Papa explicó que la obra del santo y su Regla "aportaron un fermento espiritual que cambió a lo largo de los siglos, más allá de las fronteras de su patria y su tiempo, el rostro de Europa, creando después de la caída de la unidad política, una nueva unidad espiritual y cultural, esa fe cristiana que comparten los pueblos del continente".
San Benito nació en torno al año 480 en una familia acomodada. Estudió en Roma, pero antes de concluir sus estudios se retiró a una comunidad de monjes en Effide. Después pasó tres años en una gruta en Subiaco, donde "soportó las tres tentaciones fundamentales del ser humano: la autoafirmación y el deseo de ser el centro, la de la sensualidad y la de la ira y la venganza", dijo el Santo Padre, porque "San Benito estaba convencido de que sólo después de haberlas vencido podría aconsejar a los demás en las situaciones difíciles".
En el año 529, el fundador de la Orden Benedictina se trasladó a Montecasino, "un lugar que domina la llanura circundante y es visible desde lejos". Esa decisión asume para Gregorio Magno un carácter simbólico, ya que "la vida monástica tiene su razón de ser en el recogimiento, pero un monasterio posee también una finalidad pública en la vida de la Iglesia y de la sociedad".