VATICANO,
A las 21:15 (hora local) el Papa Benedicto XVI presidió en el Coliseo Romano el Via Crucis, cuyas meditaciones estuvieron a cargo del Cardenal chino Joseph Zen Ze-kiun, Obispo de Hong Kong. Al término del mismo, el Santo Padre dirigió estas palabras:
"Queridos hermanos y hermanas:
También este año hemos recorrido el camino de la cruz, el Via Crucis, evocando con fe las etapas de la Pasión de Cristo. Nuestros ojos han vuelto a ver el sufrimiento y la angustia que nuestro Redentor ha debido soportar en la hora del gran dolor, que ha signado el culmen de su misión terrenal. Jesús muere en la cruz y yace en el sepulcro. El Viernes Santo, así impregnado por el dolor humano y el religioso silencio, pide el silencio de la meditación y la oración. Volviendo a casa, también nosotros como quienes asistieron al sacrificio de Jesús, nos ‘golpeamos el pecho’, pensando en lo que ha sucedido. ¿Se puede tal vez permanecer indiferente a la muerte de Dios? Por nosotros, por nuestra salvación, Él se ha hecho hombre y ha muerto en la cruz.
Hermanos y hermanas, nuestros ojos con frecuencia distraídos por distintos y efímeros intereses terrenos, hoy ven a Cristo, acerquémonos a contemplar su cruz. La Cruz que surge como fuente de vida inmortal, es escuela de justicia y paz, es patrimonio universal de perdón y misericordia, es prueba permanente de un amor oblativo e infinito que ha mostrado Dios al hacerse hombre vulnerable como nosotros para morir crucificado. Sus brazos clavados se abren para cada ser humano y los invitan a acercarse a Él con la certeza de ser acogido y ser sostenido en un abrazo de infinita ternura. "Cuando sea elevado de la tierra –había dicho– atraeré todos a mí".
A través del camino doloroso de la cruz los hombres de todas las épocas, reconciliados y redimidos por la sangre de Cristo, se han convertido en amigos de Dios, hijos del Padre celeste. ¡Amigo! Así llama Jesús a quien dirige su último dramático llamado a la conversión, amigo llama a cada uno de nosotros porque es verdadero amigo de todos. Sin embargo, los hombres no siempre perciben la profundidad de este amor que Dios da a sus criaturas. Para Él no hay diferencia de raza o cultura. Jesucristo ha muerto para sacar a la entera humanidad de la ignorancia de Dios, del cerco de odio y venganza, de la esclavitud del pecado. La cruz nos hace hermanos.
Nos preguntamos: ¿Qué hemos hecho con este don? ¿Qué hemos hecho de la revelación del amor de Dios en Cristo, de la revelación del amor de Dios que vence el odio?