LONDRES,
"Si voy a morir, mi bebé vivirá". Con estas palabras, Lorraine Allard, una madre inglesa de 33 años de edad, respondió a los médicos que le plantearon abortar al hijo que esperaba para someterla a un tratamiento de quimioterapia contra el avanzado cáncer que padecía.
Lorraine y Martyn Allard tenían tres niñas: Leah, Amy y Courtney, de diez, ocho y casi 2 años respectivamente, cuando supieron que el hijo por nacer sería varón.
A los cuatro meses de embarazo, Lorraine comenzó a padecer fuertes dolores de estómago. Las pruebas arrojaron que tenía varios tumores en el hígado, producto de un cáncer que había avanzado en silencio por años. La noticia fue devastadora.
"Lo médicos dijeron que no podían hacer nada contra la enfermedad porque estaba embarazada. Ella les dijo inmediatamente que no se desharía del bebé", recuerda Martyn.
El pequeño Liam nació el 18 de noviembre pasado, a las 25 semanas de gestación.
Se programó una cesárea en el Hospital de la Universidad Norfolk y Norwich, pero Liam nació una semana antes de la fecha prevista por parto natural. Pesó poco más de 500 gramos y recibió un beso de su madre antes de ser introducido en la incubadora.