VATICANO,
Al visitar esta mañana la casa para necesitados "Don de María", ubicado en una de las esquinas de la Ciudad del Vaticano y atendida por las Misioneras de la Caridad, Benedicto XVI expresó a los pobres de Roma y del mundo que "¡el Papa os quiere!".
A su llegada, el Pontífice fue recibido por la superiora regional Sor Maria Pía, ingresó al área de alimentación para mujeres, donde pronunció un breve discurso, y luego visitó el comedor de varones y la zona para mujeres enfermas.
El Santo Padre comenzó recordando que "durante muchos años, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pasé muchas horas de mi jornada junto a esta institución benemérita querida por mi predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II, y por él mismo confiada a la Beata Teresa de Calcuta". La casa "Don de María", en efecto, se ubica en la esquina donde termina la Plaza del Santo Oficio, donde tiene también su ingreso el local de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
"He venido aquí –continuó– para renovar mi gratitud a las religiosas, voluntarios y colaboradores, pero sobre todo para manifestar mi cercanía espiritual a vosotros, queridos amigos, que en esta casa recibís una cariñosa acogida, escucha, comprensión y un cotidiano apoyo, tanto material como espiritual. Estoy aquí para deciros que el Papa os quiere y os acompaña de cerca".
El Santo Padre recordó que la beata Madre Teresa quiso llamar "Don de María" a esta Casa porque "deseaba que aquí se pudiera experimentar siempre el amor de la Santísima Virgen. Para quien llame a la puerta supone un don de María sentirse acogido por los brazos de las religiosas y de los voluntarios. También es un don de María la presencia de los que escuchan a las personas que se hallan en dificultad y les sirven con la misma actitud que llevó prontamente a la Madre del Señor hacia Santa Isabel".
"Que este estilo de amor evangélico –prosiguió– caracterice siempre vuestra vocación, para que además de la ayuda material, podáis comunicar a cuantos encontréis cotidianamente aquella misma pasión por Cristo y aquella luminosa 'sonrisa de Dios' que animaron la existencia de Madre Teresa".