Pero "el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida", advierte.
"Al igual que el obrar, –agrega luego– también el sufrimiento forma parte de la existencia humana".
"Lo que cura al hombre –dice el Sumo Pontífice– no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito".
"También el ‘sí’ al amor es fuente de sufrimiento, porque el amor exige siempre nuevas renuncias de mi yo, en las cuales me dejo modelar y herir", explica el Papa; y añade que "sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo".
El Pontífice agrega luego otro importante aspecto del sufrimiento cristiano: "la idea de poder ‘ofrecer’ las pequeñas dificultades cotidianas, que nos aquejan una y otra vez como punzadas más o menos molestas, dándoles así un sentido, eran parte de una forma de devoción todavía muy difundida hasta no hace mucho tiempo, aunque hoy tal vez menos practicada".
"Quizás debamos preguntarnos realmente si esto no podría volver a ser una perspectiva sensata también para nosotros", propone.
El Juicio Final
Un lugar fundamental de fortalecimiento de la esperanza cristiana, explica luego Benedicto XVI, es la meditación obre el Juicio Final.
"En la época moderna, –destaca– la idea del Juicio Final se ha desviado: la fe cristiana se entiende y orienta sobre todo hacia la salvación personal del alma; la reflexión sobre la historia universal, en cambio, está dominada en gran parte por la idea del progreso".
"En gran parte de los hombres, eso podemos suponer, queda en lo más profundo de su ser una última apertura interior a la verdad, al amor, a Dios. Pero en las opciones concretas de la vida, esta apertura se ha empañado con nuevos compromisos con el mal; hay mucha suciedad que recubre la pureza, de la que, sin embargo, queda la sed y que, a pesar de todo, rebrota una vez más desde el fondo de la inmundicia y está presente en el alma", explica el Papa.
Y luego se pregunta "¿Qué sucede con estas personas cuando comparecen ante el Juez? Toda la suciedad que ha acumulado en su vida, ¿se hará de repente irrelevante?".
"La salvación de los hombres puede tener diversas formas… algunas de las cosas construidas pueden consumirse totalmente… para salvarse es necesario atravesar el ‘fuego’ en primera persona para llegar a ser definitivamente capaces de Dios y poder tomar parte en la mesa del banquete nupcial eterno", responde el Papa.
"El encuentro con Él es el acto decisivo del Juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería, y derrumbarse", explica el Santo Padre.
Pero agrega que "en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos presenta con toda claridad, está la salvación".
Sin embargo, respecto de la salvación, Benedicto XVI recuerda que "nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago".
Y por eso concluye: "deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por mi salvación personal".
Para leer la encíclica completa, ingrese a: http://www.aciprensa.com/Docum/benedictoxvi/documento.php?id=128
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