BUENOS AIRES,
El Arzobispo de la Plata, Mons. Héctor Aguer, aseguró que "a veces el que tiene poder se olvida de que es una creatura y se cree un pequeño dios" por eso es necesaria la humildad que "impide que quien ejercita el poder no haga de su vida una carrera obsesionada por alcanzarlo y luego, una vez que lo alcanzó, por acrecentarlo o perpetuarse en él".
En su reflexión semanal en el programa Claves para un Mundo Mejor, el Prelado señaló que "la humildad debe reconocerse como aquella virtud que nos impulsa a moderar el apetito desordenado de la propia excelencia, dándonos un conocimiento justo de nuestra pequeñez y de nuestra miseria en relación con Dios; también en relación con el prójimo".
Por ello es importante que "aquellos que están en la carrera por el poder se den cuenta de que este rasgo evangélico de la humildad" es el que "asegura que el poder pueda cumplir la función que le cabe en una sociedad bien ordenada, es decir que esté dirigido al bien común", indicó Mons. Aguer y añadió que "para que el poder sea servicio hace falta el poder de la humildad".
Tras afirmar que la humildad es "la virtud que nos ubica en la realidad" y que "consiste en andar en la verdad", el Arzobispo de la Plata aseveró que "por el contrario el soberbio es un ser ficticio, es alguien que está fuera de foco, que no ha caído en la cuenta acerca de su propia realidad".
"Todo el mundo quiere realizarse, alcanzar la perfección pero cuando ese apetito se desborda toda la vida moral se falsea", aseguró el Prelado y agregó que solo "sobre el fundamento de la humildad puede edificarse el respeto al prójimo, la observancia de la justicia, el amor y la amistad social".
Además el "poder no se autolimita por la humildad" y que al contrario sin ella "corre el riesgo de exaltarse en la soberbia, para dominar a los demás y convertirlos en instrumentos para conseguir sus fines", acotó Mons. Aguer.