VATICANO,
Esta mañana el Papa Benedicto XVI viajó en helicóptero a Asís, donde celebró la Santa Misa con ocasión de los 800 años de la conversión de San Francisco, y en su homilía recordó que la misericordia de Dios necesita de una correspondencia de amor por parte del hombre para poder quemar el pecado con el fuego de su amor.
“Convertirse al amor es pasar de la amargura a la dulzura, de la tristeza a la alegría verdadera. El hombre es verdaderamente si mismo y se realiza plenamente en la medida en que vive con Dios y de Dios, reconociéndolo y amándolo en los hermanos”, dijo el Pontífice en su homilía.
El Santo Padre meditó sobre la conversión, tocando los puntos fundamentales de cada una de las lecturas y del pasaje evangélico del día de hoy. “Hablar de conversión, significa ir al corazón del mensaje cristiano y a las raíces de la existencia humana”.
Reflexionando sobre la figura del rey David, el Papa recordó que el hombre “es en verdad grandeza y miseria: es grandeza porque lleva en sí la imagen de Dios y es objeto de su amor; es miseria porque puede hacer mal uso de su libertad que es su gran privilegio, y terminar poniéndose contra su Creador”.
Seguidamente meditó sobre san Pablo, el Apóstol de Gentes, quien “había entendido que en Cristo toda la ley se cumple y quien se adhiere a Cristo se une a Él. Llevar a Cristo, y con Cristo al único Dios, a todas las gentes, se convirtió en su misión”.
“En la discusión sobre el recto modo de ver y vivir el Evangelio –continuó-, no deciden los argumentos de nuestro pensamiento; decide la realidad de la vida, la comunión vivida y sufrida con Jesús, no solo en las ideas o en las palabras, sino desde lo profundo de la existencia, incluyendo también el cuerpo”.