APARECIDA,
El Arzobispo de Salta (Argentina), Mons. Mario Antonio Cargnello, destacó que “entrar en la esfera de lo divino es entrar profundamente en el corazón del hombre y eso se da en la liturgia y la liturgia católica es profundamente sencilla y solemne en su sencillez”.
En entrevista concedida a ACI Prensa, el Prelado explicó que “la gran cátedra de la Iglesia, Madre y Maestra es justamente el año litúrgico, las celebraciones litúrgicas”. “La espiritualidad litúrgica es profundamente bíblica. La Biblia tiene mucha sintonía con la gente más simple y también tiene que ser así la liturgia. Cuando la gente descubre su valor la celebra bien”, añadió.
“La liturgia es mucho más que un momento de devoción: la Iglesia dice que es la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia. Ojalá lo podamos decir a la gente, ojalá la V Conferencia sea un paso adelante en esta captación de la importancia de la liturgia en la vida cristiana”, precisó el Prelado argentino.
Al hablar de los desafíos actuales de la liturgia, Mons. Cargnello indicó que estos se pueden resumir en la necesidad de “crear un espacio dónde el hombre se pueda encontrar con Dios y con los hermanos, pero en un encuentro sereno, gozoso, profundamente personal y por eso y en tanto y en cuánto sea profundamente personal, profundamente comunitario. Tiene también el desafío de mostrar cómo para poder encontrarse con Dios es necesario el espacio del silencio, de la oración y del compartir de la comunión”.
El Arzobispo de Salta también remarcó que “como espacio de encuentro con un número mayor de católicos en la liturgia está el bautismo. ¡Qué importante es que los sacerdotes celebren bien los bautismos, que los padres y padrinos cuando son bautizados sus chicos descubran que es una cosa seria, que es un rito que compromete sus vidas!”
“Valorar lo que es el espacio más frecuente que es la Eucaristía y la Reconciliación. Ahí los sacerdotes y obispos tenemos una tarea muy importante que realizar, celebrando bien y enseñando a la gente a participar, como induciéndolos a una participación consciente, activa y fructuosa que es la razón de ser de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II”.