MADRID,
Ante la próxima beatificación, el próximo otoño europeo, de 498 mártires de la persecución religiosa en España en 1934, 1936 y 1937, el Obispo de Tarazona, Mons. Demetrio Fernández, precisó que "no son fruto de una contienda en la que caen de uno y otro bando" y, por ello, "no son caídos de la guerra, sino mártires de Cristo" pues fueron asesinados por ser cristianos.
Tras la "bocanada de aire" de la noticia de la beatificación, el Obispo aragonés señaló en su última carta que "no son caídos de la guerra, sino mártires de Cristo. Es decir, no son fruto de una contienda en la que caen de uno y otro bando. Son testigos de Cristo, que se han mantenido fieles a su fe y amor a Cristo hasta la muerte, y han muerto perdonando a sus verdugos, como hizo Jesucristo".
Al respecto, el Prelado señala que "se trataba de una persecución religiosa" pues "no estaban en el frente luchando, sino que fueron buscados por ser cristianos, por ser curas o frailes o monjas, o seglares creyentes".
"Se les pidió renunciar a su fe -sostiene el Obispo- y ellos se mantuvieron firmes en esa fe y en su amor a Cristo. Con ello se pretendía borrar la fe y toda huella religiosa, en aras de una ideología totalitaria llena de odio contra Dios y contra la religión. Ideas marxistas y laicistas, plasmadas en personas concretas, se proponían borrar a Dios del mapa. Y en medio de tanta destrucción y de tanto odio, prevaleció el amor más grande. La Iglesia, experta en humanidad, con dos mil años de historia, reconoce en ellos a sus mejores hijos".
Mons. Fernández recuerda que "ellos murieron perdonando. Al odio, respondieron con amor. En medio de la destrucción que se generaba en su entorno, ellos pusieron en el surco de la historia una semilla de amor, ellos sembraron la reconciliación. Los mártires no ofendieron a nadie, no impusieron a nadie sus creencias, querían vivir en libertad su religión. Algunos de ellos jovencísimos, muchos de edad joven, algunos ya ancianos. Su trabajo fue hacer el bien, pero el odio contra la religión no los soportaba. Fueron llevados al paredón, y ellos murieron perdonando y amando a quienes les mataban".
Más adelante, el Prelado destaca que frente a los que "quieran desfigurar la grandeza de estos hombres y mujeres buenos, de todas las clases sociales, o quienes politicen el acontecimiento por intereses de su ideología, o quienes desfiguren la historia", por el contrario, "la Iglesia quiere proponerlos hoy a los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad, como ejemplo de amor, de perdón y de reconciliación".