VATICANO,
A las 10.00 (hora local) en la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto XVI presidió la Celebración Eucarística del II Domingo de Pascua en ocasión de sus 80 años, y en su homilía recordó que Dios siempre nos socorre y confía en nosotros, y que de ese modo infunde en nuestro interior el deber de corresponder con la fidelidad.
Recordando que “Juan Pablo II quiso que este domingo fuese celebrado como la Fiesta de la Divina Misericordia” dijo que “la misericordia es la que pone el límite al mal. En ella se expresa la naturaleza de Dios –su santidad, el poder de la verdad y del amor”.
“Nos hemos reunido para reflexionar sobre el cumplimiento de un no breve periodo de mi existencia –dijo el Papa-. Obviamente, la liturgia no debe servir para hablar de uno mismo, sin embargo, la propia vida puede servir para anunciar la misericordia de Dios”.
Agradezco a Dios, dijo, “porque he podido vivir la experiencia de lo que significa 'familia'; he podido experimentar lo que significa la paternidad, de modo que la palabra Dios como Padre se me hizo comprensible desde lo interior”.
“Frente a Él –continuó- tenemos una responsabilidad y al mismo tiempo Él nos dona la confianza, porque en su justicia aparece siempre la misericordia y la bondad con la que acepta también nuestra debilidad y nos sostiene, de modo que poco a poco comenzamos a caminar derecho”.
También agradeció a Dios por haber podido “experimentar profundamente lo que significa la bondad materna, siempre abierta a quien busca refugio” y a “mi hermana y hermano, que con su ayuda, siempre han estado fielmente cerca a lo largo de mi vida”.