VATICANO,
Al celebrar esta mañana en la Plaza de San Pedro la Misa del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor que abre la Semana Santa, el Papa Benedicto XVI resaltó que seguir a Jesús significa no cerrarse egoístamente considerando la propia autorrealización como la razón principal de la vida sino, por el contrario, donarse libremente aceptando la verdad y el amor como criterios auténticos.
En su homilía, el Pontífice llamó la atención sobre las “alabanzas al Señor a gran voz por todos los prodigios que hemos visto” e hizo notar cómo aún hoy vemos que “Él lleva a hombres y mujeres a renunciar a las comodidades de la propia vida y ponerse totalmente al servicio de quienes sufren, cómo da valor a hombres y mujeres para oponerse a la violencia y a la mentira, para hacer lugar en el mundo a la verdad; cómo Él, en lo secreto, induce a hombres y mujeres a hacer el bien a otros, a suscitar la reconciliación donde había odio y crear la paz donde reinaba la enemistad”.
“La procesión de las Palmas –continuó el Papa- es también una procesión de Cristo Rey: nosotros profesamos la realeza de Jesucristo. Reconocerlo como Rey significa aceptarlo como Aquél que nos muestra el camino, en el cual confiamos y seguimos. Significa aceptar día a día su palabra como criterio válido para nuestra vida. Significa ver en Él la autoridad a la cual nos sometemos. Nos sometemos a Él porque su autoridad es la autoridad de la verdad”.
Sobre la procesión de las Palmas agregó que se trata de “una expresión de alegría, porque podemos conocer a Jesús, porque Él nos concede ser sus amigos y porque nos ha donado la llave de la vida”.
Más adelante reafirmó que tal alegría es “también expresión de nuestro ‘sí’ a Jesús y de nuestra disponibilidad de ir con Él donde sea que nos lleve”.
Asimismo el Santo Padre meditó sobre el significado de seguir a Jesús. “Al inicio –dijo- el sentido era muy simple e inmediato: significaba que estas personas había decidido dejar su profesión, sus negocios, toda su vida para ir con Jesús. Significaba tomar una nueva procesión: la de discípulo”.