VATICANO,
Durante la Audiencia General de esta mañana celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI prosiguió sus catequesis sobre los Padres Apostólicos presentando la figura y pensamiento de San Ireneo de Lión, "primer gran teólogo de la Iglesia", recordando el deber de los cristianos de observar las enseñanzas de los sucesores de los apóstoles, los obispos y, especialmente, la enseñanza de la Iglesia de Roma.
Ante unos 20 mil peregrinos que se dieron cita en el recinto vaticano, el Santo Padre recordó al Obispo de Lión, nacido en Esmirna en el siglo II, discípulo del Obispo Policarpo que llegó a conocer a San Juan Evangelista. En Galia fue uno de los sacerdotes de la joven comunidad cristiana de Lión y gracias a una misión en Roma escapó de la persecución de Marco Aurelio, en la que fue martirizado su antecesor, el Obispo Potin.
El Pontífice destacó que San Ireneo era ante todo un pastor "que defendía la verdadera doctrina", en particular frente a la herejía gnóstica que consideraba la fe que la Iglesia enseñaba "un simbolismo para los simples, mientras los iniciados, los intelectuales, habrían entendido lo que estaba tras los símbolos y habrían creado así un cristianismo elitista e intelectualista".
El Papa explicó que otro elemento del gnosticismo era "el dualismo, y para explicar el mal en el mundo afirmaban la existencia, junto al Dios bueno de un principio negativo. Este principio negativo habría producido las cosas materiales". Al respecto, hizo notar que Ireneo, anclándose en la doctrina bíblica de la creación, reivindica la santidad originaria de la materia, del cuerpo no menos que del Espíritu.
Más adelante el Pontífice resaltó que el sostén de su doctrina “es la cuestión de la ‘regla de la fe’ y de su transmisión, que coincide con el Credo de los Apóstoles".
"Así, –explicó– la verdadera enseñanza no es la inventada por los intelectuales, más allá de la fe sencilla de la Iglesia. El verdadero evangelio es el impartido por los obispos, que lo han recibido de los apóstoles en una cadena sin interrupción. Estos no han enseñado más que esta fe sencilla, que es también la verdadera profundidad de la revelación de Dios. No hay una doctrina secreta tras el credo común de la Iglesia. No existe un cristianismo superior para los intelectuales".