VATICANO,
El Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, Mons. Stanyslaw Rylko, recordó que "en la vida del cristiano el trabajo se convierte en una vía hacia la santidad, una escuela de santidad. Y todo eso no es una utopía sino un tesoro a cuya búsqueda tenemos que comprometernos todos los días".
Al comentar la realización del 9° Foro Internacional de Jóvenes del 28 de marzo al 1 de abril en la localidad de Rocca di Papa, Roma, que tendrá como tema "Testimoniar a Cristo en el mundo del trabajo" y que es organizado por el dicasterio que preside, el Prelado explicó que "el trabajo, pese a su importancia, no es un absoluto y no debe convertirse en un ídolo. El hombre que trabaja es llamado a ser colaborador consciente y responsable de Dios Creador y Redentor. El apóstol se hace solícito para hacer todo por la gloria de Dios".
"El trabajo -prosiguió- es un factor importante para la propia realización de hombres y mujeres. Por lo general muchos de nuestros contemporáneos lo reducen superficialmente a un hacer que tiene como fin el trabajo mismo, a un activismo desenfrenado, a una especie de ‘droga’ que hace olvidar de las cosas esenciales. Por ellos, es necesario repensarlo constantemente y constantemente volver a buscar su significado más profundo".
"El mundo del trabajo es hoy un importante areópago para evangelizar. Queremos entonces mensajeros valientes y convencidos del ‘Evangelio del trabajo’. El trabajo humano tiene un profundo sentido espiritual. La referencia a Dios es fundamental, como recuerda la máxima benedictina ‘Ora et labora’", explicó Mons. Rylko.
"La movilidad y la flexibilidad del trabajo, también genera condiciones de precariedad y una extrema incertidumbre en el futuro, complicando la obtención de realidades fundamentales para la vida como el matrimonio y la formación de una familia", señaló.
Para responder a esta situación, Mons. Rylko plantea que los jóvenes cambien profundamente "de mentalidad para poder superar la pasividad y la resignación para convertirse en valientes protagonistas del propio futuro, invirtiendo sus mejores energías en la propia formación profesional. Hace falta una verdadera ‘revolución cultural’ en este campo. Para buscar las justas soluciones, la Doctrina Social de la Iglesia es un buen campo, para muchos, que todavía debe ser descubierta".