VATICANO,
En el mensaje dirigido con ocasión de la XXII Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en todas las diócesis el próximo Domingo de Ramos, 1 de abril, el Papa Benedicto XVI recordó a los jóvenes que el amor es el centro de nuestra vida, que éste requiere fortaleza y sacrificio.
Al referirse al tema de la Jornada: “Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros" (Jn 13,34)”, el Pontífice señala que “el amor es posible y la finalidad de mi mensaje es contribuir a despertar en cada uno de vosotros, que sois el futuro y la esperanza de la humanidad, la confianza en el amor verdadero, fiel y fuerte; un amor que genera paz y alegría; un amor que une a las personas, haciéndolas sentirse libres en el mutuo respeto".
El Papa comienza explicando que el Amor se nos ha manifestado a través de Cristo: “redimida por su sangre, ninguna vida humana es inútil o de poco valor, porque todos somos amados personalmente por Él con un amor apasionado y fiel, con un amor sin límites”.
“En la cruz Cristo grita: ‘Tengo sed’ (Jn 19,28): revela así una ardiente sed de amar y de ser amado por cada uno de nosotros. Sólo si llegamos a percibir la profundidad y la intensidad de tal misterio, nos damos cuenta de la necesidad y de la urgencia de amarlo por nuestra parte ‘como’ Él nos ha amado”, agrega el Santo Padre en el mensaje.
Luego de plantear los tres ámbitos en los cuales desea ver el testimonio de amor de los jóvenes, el Papa invita a “osar el amor, a no desear otra cosa que un amor fuerte y hermoso, capaz de hacer de toda la existencia una realización gozosa del don de vosotros mismos a Dios y a los hermanos”; porque “el amor es la única fuerza capaz de cambiar el corazón del hombre y de la humanidad entera, haciendo provechosas las relaciones entre hombres y mujeres, entre ricos y pobres, entre culturas y civilizaciones. De esto da testimonio la vida de los Santos”.
El Pontífice cita luego el ejemplo de la Beata Madre Teresa de Calcuta: “El único deseo de su vida se convirtió en saciar la sed de amor de Cristo no con palabras, sino con actos concretos, reconociendo el rostro desfigurado, sediento de amor, en el rostro de los más pobres entre los pobres”.